viernes, 13 de agosto de 2010

La mano negra de cada cual

 



El bulevar de la vida //
Pablo McKinney



“Tu pensamiento me hace inteligente/ y en tu sencilla ternura/ yo soy también sencillo y bondadoso.” Ángel González

Lo escribió Manuel Vicent, pensando quién sabe en qué hispánico esbirro, palero, gobernante, regidor, empresario, legislador o yolero. Pensando, quizás, en comunes ciudadanos, seres humanos como usted y yo:

“Detrás de los crímenes de Estado siempre hay una mano negra. Detrás de los placeres de los príncipes siempre hay una mano sonrosada. Pertenecen a un único ser. Con una mueve las marionetas, con la otra toca el piano.”

Sólo que aquí, además escriben poesías, cabalgan en caballos de paso fino o almuerzan con amigos en sus casas de playa o campo, por decir.

¡Cuánta razón tiene Don Manolo! Es difícil entender “la mano negra”, todo lo mezquino que puede esconder el alma humana.

Comprender, por ejemplo, cómo se puede hablar de amor, de amar la naturaleza, nuestros bosques con sus cantos, defender los pájaros, la hierba, y luego disponer de la vida de un ser humano cuyo delito no ha sido otro que contrariar sus ideas, invitarlo a pasear en barco o en avión. Orlando, por sufrir.

Los dominicanos, aún no llegamos a la hora de la justicia plena, ni siquiera a la hora de la justicia a secas.

¡Joder! ¡Cuánto nos dura esta Edad Media!

Queda por saber si alguna vez seremos capaces de condenar, aunque sea al olvido, a la “mano negra” que se deleitaba en contemplar atardeceres entre pinales, que leía a Flaubert y a Homero, horas antes de quejarse “porque los gobiernos huérfanos no tienen quién los defienda.”

Como país nos vamos enfrentado a nuestros fantasmas más poderosos y presentes: miserias humanas todas, corrupción socialmente aceptada, el narcotráfico con sus colindancias y sus impunes redes, las de arriba, off course.

Queda reflexionar sobre esa “mano negra” que es capaz de tocar el cielo con un verso, llorar la muerte de un colibrí “que en su enramada estaba”, esculpir la luz con un trozo de barro, y a la vez, justificar y alentar el exterminio de un joven, la orfandad de un niño, la viudez de una mujer enamorada. Ay, “la mano negra”, don Radha, “la mano negra” de cada cual.

Santo Domingo, R.D., viernes, 13 de agosto de 2010

http://www.elnacional.com.do/opiniones/2010/8/13/57286/El-Bulevar-de-la-vida

http://www.desdemiescritoriord.blogspot.com/

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