sábado, 7 de enero de 2012

Cenicienta en alegoría dominicana


Yvelisse Prats-Ramírez De Pérez 


Como en el cuento de Cenicienta, al marcar los relojes el sábado pasado medianoche, aquí el baile se acabó. Otra etapa comienza en la vida del príncipe, la corte, la huérfana y su terrible familia.

En 2011, el baile fue convulso, con miedos y violencias. Se multiplicaron los robos callejeros en rufianescos  asaltos, y los asaltos al erario que son robos más rufianescos aún. Todas las “movidas” fueron amenizadas por la orquesta bien pagada de una bulliciosa, pegajosa  publicidad.

Del torbellino, el príncipe salió mal parado. La dama que lo encandila, llámese Cenicienta en el país de Nunca Jamás, o Presidencia de la República en el nuestro, se aleja velozmente, el tiempo concedido para el vals se agotó. Además tiene miedo de perder, en otro reiterado giro del galán, la zapatilla que le queda.

Ante la rauda partida de Cenicienta, el príncipe se pone triste, como su prima rubeniana. En vano emprende viajes a países remotos, dice discursos ante auditorios solemnes, o galopa por los predios del reino repartiendo presentes.

Recelosos, los que reciben se confunden, sin atinar la adecuada consigna: el príncipe “no va más” en la ruleta del poder. El castillo se desploma, el sucesor designado es una sombra sin identidad.

La corte es un conglomerado variopinto, con capas y sectores diferentes. Reacciona de acuerdo a su ubicación en la pirámide, arriba o abajo, ante el inexorable cambio de pareja, en el fin de fiesta.

Los situados en la exclusiva corte circular del príncipe, “el anillo” sienten que con el retiro de Cenicienta se acaba su goloso disfrute: sus espléndidas fincas y casas de veraneos, sus “carrozas” blindadas, sus cejijuntos  guardaespaldas, sus interminables tarjetas de crédito.

Sudan, pese al friíto del inusitado invierno, les aterra volver a ser ciudadanos comunes, sometidos a las leyes, después de habitar un cielo de privilegios excluyentes del que fue deportado Benito Juárez, por aquello del respeto a los derechos ajenos.

La otra corte, de a pie, la compone una masa de vasallos sometidos con engaños o dádivas, que recién desperezan sus libres albedríos. Hastiados de las notas chillonas y falsas de la orquesta, se retiran del baile desvelados, consciente, y corren a encontrarse con Cenicientas, para esperar con ella, encendiendo candelas de esperanzas, un mejor pretendiente.

Otro príncipe no conviene a la doncella, ni al pueblo. El que vendrá, ofrece una forma de vida sin dinastías artificiales, cuyo nombre conocen un poco los vasallos y Cenicienta; la pujaron antes, la desean, la merecen ahora mas con su apellido plural: Democracia Participativa.

Cenicienta, junto a los redimidos, aguarda. Vislumbra en un final de cuento que sigue siendo “happy”, aunque distinto del clásico, ese otro amante, franco, cordial, a flor de tierra. Él le dirá directamente no solo que la quiere, sino PARA QUÉ la quiere.

Se comprometerán,  para vivir sin aspavientos fuera del bulbo hermético palaciego sin bufones, validos, ni pajes. Sencillamente ya lo ama.

La familia terrible, madrastra odiosa, hermanastras envidiosas por feas, formaban parte del entorno del príncipe, y en esa condición eran invitadas a los bailes de palacio. Como todos los miembros/as del exclusivo círculo, asumían la autoridad como patente de corso para abusar.  Y  abusaron y explotaron a Cenicienta sin contemplaciones ni límites.

Pero con el proverbial mimetismo oportunista de una hoja de caimito, su trato mudará de color y textura, rosado, acariciante, para lisonjear a la afortunada pariente bien casada, aunque no con el príncipe.

El novio está al llegar, va encontrando el camino junto al equipo competente que elaboró mapas certeros, planes y programas que los guían sabiamente al definitivo encuentro. Mientras, la terrible familia, ahora en propósito de enmienda, quiere asistir al casorio, bendecir a los novios, compartir.

¿Perdonará la pareja? Creo que sí, el país empobrecido por dispendiosos dislates necesitará de todos. El abrazo de la cohesión social bien puede cobijar a los arrepentidos. Sobre todo, porque parte de ellos colaboran, desde alianzas y frentes, al enlace de Cenicienta con el Antipríncipe.

¿Matrimonio Feliz? ¿Comerán perdices? Las aves exquisitas no serán degustadas. A partir del nuevo enlace, habrá que apretarse el cinto para capear la crisis empeorada por la pirotecnia de los dispendios y los préstamos en los años recientes.

La felicidad, que es subjetiva, irá, como el poeta Machado dispone, haciéndose al andar.

Me conformo con predecir en esta alegoría transparente, que en los cuatro años que dure el enlace de Hipólito con la Presidencia -y Doña Rosa perdonará la metafórica bigamia- se cumplirán los compromisos que a viva voz sincera contrae en su programa de gobierno el novio con la Amada.

A la boda, estamos todos invitados. Iremos primero, por supuesto, a depositar el augural presente de nuestros votos, en las urnas de mayo.

Santo Domingo, R.D., sábado, 07 de enero de 2012.

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