Álvaro Arvelo hijo
Rafael Leónidas Trujillo Molina desconocía que en la República Dominicana de la que él era dueño existían los centros de torturas llamados “La 40” y “El 9”.
Lo mismo le pasaba a Adolf Hitler, que desconocía que en la Alemania de su propiedad existían los campos de exterminio, los campos de Concentración.
Rafael Leónidas Trujillo Molina desconocía que se había ordenado el asesinato de miles de personas durante su tiranía de casi 32 años de larga y horrible vicisitud.
Trujillo y Joaquin Balaguer
Lo mismo le pasaba en Venezuela a Juan Vicente Gómez y Marcos Pérez Jiménez; en Cuba a Gerardo Machado y Fulgencio Batista; en Haití a los Duvalier; en El Salvador a Maximiliano Hernández y a Roberto D’Abuisson; en Nicaragua a los Somoza; en Argentina a Videla y a Gartieri, etcétera.
Rafael Leónidas Trujillo Molina desconocía que habían asesinado a las hermanas Mirabal, y que un hecho así se llevó a cabo para echarle una vaina por parte de sus enemigos, y él se enteró al otro día leyendo el periódico.
Un soldado aleman se "divierte" durante el holocausto judio
Lo mismo le sucedió a Heinrich Himmler con las SS, a Ernst Roehm con las SA y a Reynhard Heydrich con el servicio de Seguridad.
Rafael Leónidas Trujillo Molina nunca ordenó la tortura, muerte y desaparición de un solo dominicano, sino que eso fue obra de malos colaboradores.
Un año antes del golpe contra Salvador Allende, Augusto Pinochet recibe en Santiago, Chile, al comandante cubano Fidel Castro
Lo mismo que le pasó en Chile a Augusto Pinochet, que nada sabía la DINA, porque todo era obra del general que la dirigía, que también ordenó matar en Washington a Orlando Letelier y en Argentina al general Prat, mientras el tirano se enteraba de todo eso leyendo lo que decían sus socios del diario El Mercurio.
Rafael Leónidas Trujillo Molina no podía comer, dormir siesta, dormir de noche, bañarse, mear, evacuar, en fin, sufría lo indecible cuando "le informaron" que su ministro Ramón Marrero Aristy había sufrido un “accidente”.
Fulgencio Batista
Igual sucedió con Franco en España cuando se mortificó porque la Guardia Civil había matado a FedericoGarcía Lorca, y cuando dejaron que Miguel Hernández se pudriera en la cárcel. ¡Pobrecito el Caudillo!
Yo creo que la mejor manera de terminar este artículo es recordando que para hablar mentira y comer pescado, hay que tener mucho cuidado.
Santo Domingo, R.D., viernes, 26 de marzo de 2010
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