Esto pienso, esto creo //
Rafael R. Ramírez Ferreira
Porque… “Ninguno debe obedecer a los que no tienen derecho a mandar”
Sin tener a manos un verdadero maestro que te guíe por los caminos insondables de la vida, la misma es sólo un juego como el de la ruleta rusa. Ay de aquellos que caen en las manos de un inmaduro e inconsciente profesor que lo conduzca por los senderos y vericuetos traicioneros y peligrosos de este peregrinar en la tierra. Es sólo un juego peligroso, es un ciego guiando a los ciegos por el camino que va hacía el precipicio.
La triste y dolorosa percepción, es que estamos cautivos y rodeados en una maloliente prisión, asediados por bandoleros, indolentes e irresponsables, donde se conjugan la suma de todos los males, los miedos y todas las maldades.
La prepotencia y el miedo juntos, constituyen una peligrosa combinación que si le agregamos la iniciativa de un mediocre, entonces es una verdadera maquina de maldad y engaños, una bomba mortal y terrible que destruye todo cuanto este a su paso o que implique algún dejo de eficiencia, ética o moralidad.
Un dilecto ciudadano se cuestionaba de que como era posible que la autoridad no actúe para atacar de frente los males para los que fueron seleccionados o designados y, la respuesta es sencilla. Este problema no es de ahora, la autoridad se ha ido degradando lenta pero, inexorablemente, algo inversamente proporcionar a lo que acontece a una bola de nieve bajando por la pendiente.
Temor a ejercer la autoridad, por ser complaciente, por un descarado clientelismo político o, por temor a perder el puesto. La cuestión es que no se cumple con aquello que conlleve algún tipo de responsabilidad. Dejar hacer, dejar pasar y hacerse el bueno, sobre todo y claro, mucho mejor cuando esa actitud deja sus beneficios pecuniarios y lisonjas para satisfacer el ego.
Es el caso de algunos ministros y jefes, principalmente, –de la que no escapan las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional- payasos que otrora han llegado por intereses espurios a las posiciones, que denigran la profesión y más bien parecen meretrices, marionetas o títeres que bailan al ritmo que le toquen.Muchos se quejan del tránsito sin tomar en consideración la degradación de los llamados a ejercer la autoridad. Cuando el interés por una multa y los beneficios que dejan, son más beneficiosos que imponer el imperio de la ley. Y como escribió Eduardo Galeano que “la justicia es como las serpientes, que sólo muerde a los descalzos”, entonces no hay nada que decir.
Pero, como aquí hay muchos que dicen y hablan y hablan sin decir siquiera el pecado y mucho menos se atreven a recomendar aspirantes a posiciones que de una y otra manera tienen que ver con nuestro estado de desorden institucional –como una manera irresponsable para que después no le saquen en cara la misma-, la verdad monda y lironda es que, ¡ nos jodimos!
Y si lo quiere comprobar, vea el ejemplo clásico de lo acontecido en Villa Altagracia y la Autopista Duarte, donde ni policía ni militares y mucho menos el Ministerio de Obras Públicas, han hecho el menor esfuerzo por detener la arrabalización del lado norte de la referida y mal llamada autopista Duarte.
Y si usted quiere dar este hecho como consumado, no hay problema pero, vaya a ver el mismo o peor caso, con los mismos pobres padres de familia, que sin aún haber terminado las obras que se llevan a cabo en los alrededores del puente Juan Carlos, en la autopista de Las Américas, ya los taxistas se han adueñado del área verde, y después ni el mismo Satán los puede sacar.
¿Las autoridades? Bien gracias, poniendo multas uno y los otros, haciendo lo mejor que saben hacer, ¡ser ineficientes! Pretendiendo ser tostones y no llegan ni a “friticos de punta”.
Pero, a todo esto, como no pasa una semana sin que un seísmo mediático -producido por la oratoria de los mismos de siempre-, siembre la incertidumbre y el desasosiego en la sociedad dominicana, la cual, al parecer, ya está acostumbrada a la misma y cual vergonzoso masoquismo disfruta de estos tipos de canalladas verbales, sin que le importe un bledo este deslizamiento hacia el abismo institucional al cual vamos, sólo nos queda decir, otra vez, ¡qué vaina!
Por eso me quieren convencer de que esto no tiene remedio como sociedad, pero, a pesar de ese deseo, lo más lógico es decir en estos momentos, como Diógenes el Cínico “Ellos me condenan a irme y yo los condeno a quedarse”. Claro, no sin antes decirles como el mismo hombre le dijo a Alejandro Magno, cuando le preguntó si podía hacer algo por él: “Sí, correrte; me estás tapando el Sol”. ¡Si Señor!
“La historia del mundo es la suma de aquello que hubiera sido evitado”. Bertrand Russel
(rafaelelpiloto1@hotmail.com)
http://www.elnacional.com.do/opiniones/2010/9/25/61566/ESTO-PIENSO-ESTO-CREO
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