EL GOBIERNO TOMA CON PARSIMONIA LAS QUEJAS Y DENUNCIAS
Enfoque // Guarionex Rosa
Rafael Percival Peña.
El Gobierno del presidente Fernández ha tomado con mucha parsimonia las quejas y denuncias políticas de algunos generales en reciente servicio pasivo, algunos de los cuales se quejan porque fueron puestos en retiro anticipadamente. Otros simplemente apoyan abiertamente la oposición.
La voz cantante de los que piden se corrija su puesta en retiro de las FFAA la tiene el general Percival Peña, quien hizo una presentación muy descarnada en el programa El Gobierno de la Tarde, el pasado viernes, durante la cual reclamó dejar sin efecto su retiro, que estimó ilegal.
Percival Peña, tenido como un oficial intelectual de las Fuerzas Armadas, había sido enviado al exterior como agregado militar y fue puesto en retiro como parte de los cambios que produjo el presidente Fernández el pasado 16 de agosto, cuando se renovó la dirigencia de los cuerpos armados, tras dos años en la secretaría y las jefaturas.
El ex oficial ha presentado su caso ante los tribunales regulares del país para reclamar su reposición, al estimar que el retiro se produjo anticipadamente y en violación a la ley y a los estatutos de las Fuerzas Armadas. Lo que dijo en el programa fue tan serio, que no ha sido reseñado por ningún medio de comunicación.
Rafael L. Trujillo Molina.
Es casi seguro que pese a su parsimonia, los estamentos correspondientes del Estado sí habrían tomado debida nota de las comparaciones que hizo el general Percival Peña con el final de los regímenes que él llamó “continuistas” de Ulises Heureaux y Rafael Leonidas Trujillo.
El disgusto que manifiestan algunos de los oficiales generales retirados últimamente ha sido llevado no solamente a las instancias judiciales sino también a los medios de comunicación, en lo que parecería la promoción de un debate nacional sobre un tema sensitivo que difícilmente tenga mayor resonancia.
Quizá por la naturaleza del mismo y porque en el régimen democrático prevalece el imperio del poder civil y la subordinación de los institutos castrenses al mismo de acuerdo con la Constitución, los retiros de altos oficiales se han cumplido siempre y han quedado como asuntos internos de los mismos.
Dolores de cabeza
Los retiros de oficiales generales que en su momento fueron líderes de las Fuerzas Armadas han sido un dolor de cabeza para los gobiernos.
Tal situación la han experimentado todos los gobiernos que siguieron al régimen del doctor Balaguer que terminó en 1978.
Joaquin Balaguer.
En esa ocasión, el llamado “movimiento renovador” que hubo en las tres ramas de las Fuerzas Armadas quería que el Presidente entrante tras las elecciones de ese año, Antonio Guzmán, retirara a todos los líderes de la época, entre los cuales se encontraban los generales Pérez y Pérez y Nivar Seijas.
Advertido de la inconformidad con su elección de parte del estamento superior de esos cuerpos, que habían disfrutado del poder y de la riqueza durante los doce años del régimen de Balaguer que comenzó en 1966, el presidente Guzmán aplicó un plan moderado de retiros paulatinos.
Así las cosas, nombró como secretario de las Fuerzas Armadas al general Valdez Hilario; como jefe de la Marina al vicealmirante Amiama Castillo, y como jefe de la Fuerza Aérea al general Imbert McGregor. Dejó uniformados a los generales Pérez y Pérez y Nivar Seijas, adversarios mantenidos por Balaguer en tensa relación pero leales a él.
A Pérez y Pérez lo dejó en el país con todos sus privilegios aunque fuera de las altas instancias, y al general Nivar Seijas lo mandó a Washington D.C. como jefe de la Misión ante la Junta Interamericana de Desarrollo, con un despacho pocas veces visitado, en la Embajada dominicana.
Nivar Seijas estaba en la recepción del día de la Independencia en la residencia diplomática, muy ajeno a que los escribientes elaboraban en RD el decreto de su puesta en retiro.
El clima vivido en las jefaturas de la Marina de Guerra, en Sans Soucí y en la base aérea de San Isidro, nunca fue descrita por los únicos dos periodistas que fueron autorizados a pasar a esos recintos la tarde, ya casi anocheciendo, del 16 de agosto de 1978, cuando Guzmán produjo sus decretos.
El presidente Guzmán retiró los generales sin titubearle el brazo por lo que el público le llamó “mano de piedra Guzmán”, en referencia al mote del boxeador panameño Roberto “Mano de Piedra” Durán. Guzmán se suicidó antes del término, pero cuando concluyó su cuatrienio bajo la dirección de Jacobo Majluta, el retiro de los generales era algo rutinario que nunca llegó a tener consecuencias.
Quizás, los retiros de generales de las Fuerzas Armadas por los gobiernos subsiguientes, incluido el de los diez años del doctor Balaguer, tuvo que ver bastante con el hecho de que se involucraron en actividades políticas que era una manera de apuntalar privilegios y supremacías.
El domingo pasado un grupo de generales retirados o de servicio pasivo se reunieron en un hotel de la ciudad para respaldar las aspiraciones del ex presidente de la República, Hipólito Mejía, quien paradójicamente prometió que si llegaba a la Presidencia alejaría la política de las Fuerzas Armadas.
Mejía cuenta con un grupo de oficiales generales que sirvieron en su régimen y que asistieron al acto, entre ellos del Ejército Nacional, la Marina de Guerra, la Fuerza Aérea Dominicana y la Policía Nacional.
Zorrilla Ozuna, menos que Soto Jiménez, era abiertamente político mientras desempeñaba la jefatura del Ejército y eso lo constataron varias personas que él quiso conocer y que al mismo tiempo conocieran sus ideas.
Soto Jiménez se manejó con más cautela, pero ahora es aspirante presidencial.
Lo que dijo el ex presidente Mejía en la reunión de los oficiales en retiro que lo apoyan, de que “llevará el respeto y la institucionalización a las Fuerzas Armadas y las mantendrá alejadas de la política partidista”, de retornar al poder, es un “déjà-vu”, que hasta el doctor Balaguer afirmaba.
Balaguer, como se ha visto en libros recientes sobre su régimen y los militares, combinó un cóctel de lealtad a muerte, largueza absoluta en el enriquecimiento y compromiso en la represión de los adversarios, lo que hizo más difícil el tránsito de su régimen de 1978 al del presidente Guzmán.
Así, para ciudadanos de segunda clase, llegar a general tuvo una significación incomparable con ningún otro chance en la vida. Acostumbrados a que el uniforme abría todas las puertas y daba oportunidad para todos los poderes, el retiro ha devenido en un inconveniente mayor, normalmente atribuido a la vendetta partidarista y a veces incomprendido.
Santo Domingo, R.D., martes, 19 de octubre de 2010
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