Reflexión del Alma //
Leonor Porcella De Brea
Cuando los desmanes de la corrupción se hacen incontrolables aumentando en lugar de disminuir, nuestra nación se debate entre la vida y la muerte, porque la esperanza de crecer en dignidad y vergüenza se apaga en el fondo del abismo delincuencial.
Impotencia e indignación abren senderos rotos para que caigamos arrodillados ante Dios pidiéndole por República Dominicana. Comprendamos que tenemos un país, donde humildes obreros de construcción hace tiempo que dejaron de luchar por su mejoría; los haitianos los desplazan en esa labor, también como vendedores en las calles, en carritos de frutas frescas y otras actividades que estilaban nuestros nacionales.
Los dominicanos se están retirando de trabajos que impliquen esfuerzos físicos, no importa si sus ingresos son menores, el caso es adaptarse a su realidad; ahora nuestros conciudadanos vendedores se multiplican como billeteros, quinieleros, ofertan celulares y tarjetas, o juguetitos manuales infantiles, andan más bien cargando desesperanzas aunque duela el hambre de sus múltiples familias y sus docenas de hijos, en piezas que no caben.
No quisiera que ésta fuera una angustiante visión de muchos hombres humildes dominicanos; ellos ocupan un conglomerado entristeciente, otros podrían aumentar la delincuencia en su inicio, que no es más que la vagancia con deseos de tener lo que mejores orientados obtienen, a través de luchar decididamente por la vida.
En cualquier país laborioso que se respete por sus actuaciones de superación, resultarían contrastantes la desidia y corrupción existentes en nuestro país, por personas sin valores, y sin concepto de dignidad, ni de nación. Con la corrupción de millones de pesos en el DPCA, se ha puesto el dedo en la llaga, que hace en el alma la incomprensible descomposición social de tantos dominicanos.
¿Hasta dónde vamos a llegar? ¿Por qué la justicia no siempre ha sido efectiva en casos escandalizantes y deplorables? ¿Por qué la corrupción invalida la justicia dominicana? Si ha sido por falta de pruebas, como expresión acostumbrada, que empiecen a cambiar el Código Procesal Penal, que libera delincuentes preventivos y no puede condenar los más ocultos ladrones del país. Habrá que hacer una revisión a fondo del enriquecimiento ilícito nacional; sus protagonistas, y ocultadores, llámense Código, Justicia, o Poderosos. Es tan grave el auge delincuencial que hay que llamar verdades por su nombre, estamos llenos de ladrones y asesinos, de cómplices apañados que se esconden como honestos y serios.
Diogenes, con su linterna, buscando un hombre honesto.
La seriedad hay que buscarla con linternas, esto se ha convertido en un hervidero de delincuencia en un salcocho jugoso de corruptos. Los crímenes son diarios: robos, asaltos, secuestros, violaciones y asesinatos, sin mencionar el narcotráfico con sus múltiples hazañas, resultantes como postre del banquete de los delincuentes.
Esta es una nación bajo creencias religiosas fortísimas, predominando la Católica Apostólica y Romana, por eso y porque creemos en Dios sobre todas las cosas del mundo, no tenemos la pena de muerte; sin embargo, los males imperantes requieren de un freno superior. ¿Es que tendremos que regresar a la barbarie humana, o es que este país necesita un gobierno de fuerza? ¿No recuerdan a Trujillo? Dios nos libre, entonces entremos en razón dominicanos. Pensamientos retrógrados, significan desesperación de vernos inmersos en la desesperanza, porque sólo anhelamos paz, salud, trabajo, educación, bonanza y alegría para todos los dominicanos; duele comprender con tristeza, que este país no entiende con sutilezas, sino a la brava. ¿No ven los motoconchistas andar sin cascos en detrimento de sus vidas? porque o se accidentan matándose, o los matan las autoridades. Y así seguimos existiendo con nuestros males a cuestas, pero con la esperanza de que los dominicanos reaccionaremos, optando por la paz.
http://listindiario.com.do/puntos-de-vista/2010/10/13/162433/La-corrupcion-asesina-a-la-nacion
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