Paula Joaquín de Hensch
(MEd. Psicología Educativa)
Desde que estudiaba Filosofía en la Universidad Católica Madre y Maestra (UCMM), me pregunté qué es lo que hace mover al mundo? Me preguntaba porque seguimos adelante aunque sabemos que tenemos un principio y un fin, cual es la palanca que nos motiva, que nos permite mirar el futuro con optimismo y confianza a pesar de las guerras, la violencia, las enfermedades, la criminalidad, el hambre en el mundo, y las devastaciones naturales.
La pérdida de tres seres muy queridos, me volvió a replantear el tema. Murieron a destiempo me dije ¿porque? ¿Qué falló? ¿Que perdieron de vista? ¿Porque se rindieron sin luchar? Me hice miles de preguntas para finalmente caer en la cuenta de que lo que les faltó fue: esperanza. La perdieron prematuramente y por eso murieron…
La palabra esperanza viene del latín esperare que significa esperar. La real academia la define como la virtud de confiar en que se obtendrá lo que se desea. En teología la puntualizan como una virtud religiosa que nos permite confiar en que Dios nos ayudará a alcanzar la vida y felicidad eterna. Las matemáticas hablan de ella como la relación entre el premio obtenido y la probabilidad de acertar….
En todo caso la esperanza nos habla de fe, credibilidad, convicción. Es una confianza incondicional que nos permite afrontar el futuro con decisión, firmeza y seguridad. Es ella que nos impulsa a vivir, a esperar con certidumbre, a seguir hacia adelante independientemente de los resultados. Es ella que nos hace ir al encuentro de lo imposible y tener fe en los milagros.
La esperanza es una arma poderosa, es una bendición, exorcista. Nos evita el caer en depresión, impide que nos angustiemos o que nos abrigue la ansiedad en la espera, ella nos provee de un estimulo sumamente intenso que nos aporta fuerza y al mismo tiempo tranquilidad a nuestras acciones.
Esperanza tiene el joven cuando propone a su amada, esperanza tiene el médico cuando coge su bisturí, o la madre cuando se arrodilla frente al Señor pidiendo por su hija, o el individuo cuando sigue con fe su tratamiento porque tiene convencimiento de su curación o la familia que envía sus hijos a la escuela, o el limosnero que va a la calle con su cántaro…
Jesucristo murió en la cruz y resucito justo para devolvernos la esperanza perdida. Nos rescató de la desesperanza dándonos luz y salida.
Lamentablemente el Pueblo dominicano ha perdido esta valiosa perspectiva. En tiempos atrás, los padres ponían en la educación de sus hijos la esperanza de mejorar su vida, se sacrificaban con trabajos duros, economizaban, pedían si necesario. Había esperanza en la Educación, en la formación y el trabajo honesto. Algunos se iban a los Estados Unidos a trabajar como animales….
Hoy en día en nuestro País, prima el dinero fácil de las drogas, de las botellas y la prostitución en países europeos, se perdió la esperanza de la educación y el trabajo honesto. Los políticos, el gobierno dejaron de lado sus expectativas de construir un País para todos, olvidaron elevar el nivel del pueblo y darles herramientas para construir su futuro…
Mataron la esperanza, destruyeron la confianza, aniquilaron la credibilidad, solo se perciben promesas sin convicción, enriquecimientos ilícitos, delitos impunes y deseos de apoyarse, mantenerse o apoderarse del poder para asegurarse un bienestar material. Muerta la esperanza destruimos el único instrumento de mantener un equilibrio mental y emocional saludable. Solo nos quedan los modelos inapropiados para mantenernos con vida. Muy triste realidad. Roguemos que en el futuro nos devuelvan y rescaten la esperanza, tan necesarias para instalar la confianza en el futuro y comenzar con buenas bases nuestro avenir.
Yverdon, Suiza, sábado, 20 de noviembre de 2010
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