CHIQUI VICIOSO
De todas las novelas de Fiodor Dostoyevski mi favorita es El Idiota. En esa novela se narra la historia del príncipe Mishkin, un niño que creció afectado de epilepsia, en un campo y sale en busca de sus familiares en Rusia. A Mishkin su enfermedad le protegió de los grandes males del ser humano: la envidia, la pretensión, el cinismo, el orgullo, el ventajismo. De ahí que desconcierte a familiares y conocidos con su mentalidad de niño, su ingenuidad, su tratamiento igualitario de todas las personas, inclusive los sirvientes, su compasión y su creencia en la bondad de todos, su desconocimiento de las malas intenciones.
La novela narra el impacto de la inocencia en un ambiente corrompido y pervertido, y encierra una brutal critica a la burocracia, dice Fiodor: “Existen tantas oficinas de gobierno, tanto burócrata, que solo el pensarlo marea”. Todos imprácticos, y la mayoría corruptos.
Empero, lo que se narra en esta novela es el imperio de la mala intención exacerbado por la presencia de un príncipe, Mishkin, a quien por su inocencia, todo el mundo pensaba que podía maltratar, robar, engañar, o ridiculizar.
No he dejado de pensar en Mishkin al observar como se ha desenvuelto mi hermana, una idiota, en Bonao, específicamente en Río Blanco. Nunca constaté un envilecimiento tan grande del campo dominicano y de campesinos y campesinas como he observado en los meses en que esta muchacha ha tratado de establecerse en una comunidad para poder hacer lo que siempre soñó: pintar.
Dostoyevski.
Víctima de un intento de asesinato y violencia sexual, por un criminal que ya tenía record en siete estados de Norteamérica, la saqué del refugio donde vivía y la llevé a lo que creía el paraíso: los campos de Bonao, que en primavera se llenan de amapolas y parecen el otoño en el este de Estados Unidos, una llanura de amarillos y rojos, un incendio de mamey; el río Yuna aún no pierde el caudal. Allí compramos un paisaje, desde donde se ve el cruce de tres ríos y una montaña de amapolas que hace detener al que pasa.
Y allí descubrí yo que el principal trabajo de los desempleados jóvenes de la zona son los puntos de droga, que, para mi horror ya han invadido al campo. Y que hay pequeños enanos panzones, e impotentes, comerciantes exitosos, que a la menor oportunidad tratan de asaltar al prójimo con propuestas ilegales; allí descubrí a familias campesinas incapaces de retribuir con afecto la generosidad y descubrí que a los pocos dirigentes campesinos serios que quedan los intentan matar (caso de Esteban Polanco), o incendiarle los centros comunales (lo cual hicieron), o asesinarle a los sobrinos, lo cual sucedió ayer, en un caso de sicariato, sin otro objetivo que sembrar el terror, o erradicar del campo a los/as Mishkin que evidencian su decadencia.
¿Salvar al campo? Ya es tarde.
Santo Domingo, R.D., lunes, 28 de marzo de 2011.
http://www.elnacional.com.do/opiniones/2011/3/28/78944/Bonao
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