miércoles, 23 de marzo de 2011

El Gobierno y choferes gozan verse las caras a cada rato

ORLANDO GIL

ELLOS.- El pasado lunes estaba prevista una huelga que por esos raros entendimientos de autoridades y choferes fue dejada sin efecto, sin que estuvieran claros los motivos de la convocatoria ni del desistimiento.

No es la primera vez, no fue la segunda, y de seguro que tampoco la última. Nadie sabe qué hacen o para qué sirven las dependencias oficiales que se ocupan del transporte, pero cuando las federaciones advierten o amenazan, sus incumbentes aparecen en escena y gozan de sus minutos de fama.

El presidente Leonel Fernández puede tener su agenda muy ocupada, pero si es para hablar con los transportistas, tiempo le sobra. Al final no se sabe de cuál es la fascinación, si de los choferes con el mandatario, o de este con ellos, pues rondas van y rondas vienen y siempre vuelven a llover sobre mojado.

Incluso, están tan acostumbrados, a pesar de las experiencias de fracasos, que continúan conversando con palabras devaluadas. Ni cumple uno, ni el otro. Aunque una cosa es cierta. El gobierno le teme a los choferes, estos lo saben y se aprovechan, con evidentes resultados…


LOS INVENTOS.- El sector de los choferes debiera tener reclamos claros sobre los que no haya que volver constantemente o existir de parte de las autoridades políticas bien definidas sobre el transporte.

Ni una cosa ni la otra. Gustan de las reuniones, de verse las caras a cada rato y de improvisar sobre la mesa de negociaciones. Como todo es a la carrera, respondiendo a urgencias que se originan en el exterior, nada es definitivo.

Por eso es que cuando se juntan, salen a relucir las mismas querellas. Aunque el punto es que el gobierno se amedrenta ante la posibilidad de un paro de transporte. A veces hay más aguaje que otra cosa, pero las autoridades buscan la forma de desmontarlo. Y hay una sola vía, pues las federaciones siempre están golosas, esperando.

Si eso era antes, con más razón en este tiempo de revuelta fácil. La confrontación no es la medida, y no puede serlo en un gobierno que como este tiene una filosofía muy suya (heterodoxa, pero muy efectiva) de gobernabilidad. No debe sorprender que se hable de convertir el Barrio Seguro en un Peme…


LO CORRECTO.- Si la política que se aplica ante las protestas es de apaciguamiento, queriendo mantener tranquilos los sectores que demandan desde las calles ¿por qué no se actúa igual en otros órdenes? Un mínimo de coherencia nunca cae mal. Lo correcto es que se evite la agitación de los oponentes reales u ocasionales, pero no puede serlo que quien logra ese cometido, a su vez, se convierta en elemento de provocación. El buen sentido de gobierno aconseja no agitar desde arriba, desde el poder, pues en ocasiones sus controles son muy sensibles. Por ejemplo, se habla de la recolección de dos millones de firmas y de una convocatoria para entregarlas al presidente Leonel Fernández como prueba de que la población fue consultada y dio su asentimiento a la reelección. La actividad parece muy apropiada, y si se quiere, una forma de referendo. Sin embargo, no es así. No puede haber inocencia en ningún acto de gobierno, mucho menos si patrocina faltas al establecimiento. Lo primero sería la transparencia.

Dos millones de firmas no se consiguen de la nada. ¿Cuál fue el costo y qué entidad lo sufragó?...

LA SITUACIÓN.- La actividad por demás no puede ser particular si forman parte de ella dos poderes del Estado. Se habla de que la diligencia y la propuesta corresponden a diputados, y entre ellos sobresale el presidente de la cámara baja. El beneficiario será el Presidente de la República, que a su vez es presidente del partido de gobierno.

De un contubernio entre Ejecutivo y Legislativo no puede esperarse nunca nada bueno.

Pero el caso es peor cuando se observa que el mandatario se involucra de manera directa en situaciones que afectan al orden constitucional. Ningún sector va a aceptar con ánimo sosegado que el Jefe de Estado tome gabela, y las reacciones no se harán esperar, ya que se hace más que evidente el forzamiento y uso de medios propios del poder. Incluso, estaría afectándose la institucionalidad por partida doble, pues ni ese mecanismo ni esa instancia son espacios viables del partido y del país para decidir candidaturas.

Si el Presidente de la República y del partido oficial hace cosas contra natura ¿dónde iría a parar su autoridad? Es obvio que se está perdiendo el sentido de la realidad…

Santo Domingo, R.D., miércoles, 23 de marzo de 2011.

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