jueves, 7 de abril de 2011

Lo difícil de triunfar

ATISBANDO

2020. Hurgando en papeles amarillados por el tiempo encontré esta crónica ya vieja datada 2011. 

En ocasiones resulta difícil aceptar la verdad. Cuando se trata de una enfermedad terminal la mayoría de la gente se aferra a la vida como si lo vivido no tuviera valor. 

Esa gente actúa de manera tal que uno se pregunta, en muchas ocasiones, si habrían entendido alguna vez que todo lo que nace muere, que la única ley inmutable, hasta ahora, es la que sentencia a la muerte. 

No importan los días de gloria, no importan los días de alegría, independientemente de los triunfos y de las derrotas, la vida seguirá más allá de la vida de quienes creen que están presentes para siempre. 

Ya lo decía el poeta: “hasta la belleza cansa”, quizá lo escribió al ver los mustios pétalos sostenidos por el tallo en violación flagrante a la ley de gravedad. O puede que se inspirara en un fruto podrido situado al lado de uno cuya lozanía era elogiada por todos. 
¿Quién lo sabe? 

Lo cierto es que, además de la realidad de la muerte, está la realidad de la victoria y la situación opuesta: la derrota. 

Siempre digo que lo más difícil es la administración del éxito. Especialmente si el éxito se obtiene de manera fácil, sin que haya mediado la dificultad propia de ascender peldaño a peldaño y que el ascenso de uno a otro fuera producto de un gran esfuerzo. 

Sólo quien ha luchado cuesta arriba reconoce el esfuerzo de los demás porque conoce de su esfuerzo propio. 

En el camino muchos triunfadores han visto que también hay otros triunfadores. 

Y tienen que acostumbrarse a disfrutar las mieles del triunfo, así como aceptar cuando deben apurar el acíbar de la derrota. 

Importante es la educación que se recibe en la escuela de la vida, gran maestra situada por encima de cualquier centro de estudios mundanos. Esa educación que se muestra elusiva en muchas ocasiones, como una niebla de verano. 

Esa educación que enseña humildad en la victoria y aumenta la fuerza y templa el ánimo en la adversidad. 

Esa educación que construye una fuerza interior capaz de enfrentar el presente con alegría y fuerza para volver a comenzar. 

La vida es una constante carrera de obstáculos, quien cae y no se levanta a tiempo, se sitúa en el pasado y se convierte en un recuerdo, como un cirio cuya luz se la roba el viento. 

De ahí que el triunfo sea tan difícil de administrar y la derrota tan difícil de asimilar. 

Al final, sólo somos el recuerdo que dejamos.

 Santo Domingo, R.D., jueves, 07 de abril de 2011.

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