domingo, 17 de abril de 2011

Poesía, religiosidad y ateísmo

  
MATEO MORRISON

Desde niño recibí los dictados de la religión por tres caminos: una abuela adventista, un padre episcopal y una madre católica.

No hubo conflicto. Iba los sábados en la mañana a una de las iglesias, el domingo en la mañana a la segunda y el domingo en la tarde a la tercera.

Los vientos revolucionarios que soplaban en el país para la década del 60, me llevaron a conocer el materialismo histórico y dialéctico como verdades absolutas, lo que devino en una solución que me permitió alejarme sin ninguna preferencia de las tres religiones que atravesaron mi niñez.

Al llegar a la poesía, como creador, por más que trataba de acercarme a la ideología que sustentaba para la época, en mis textos se colaban versos donde era evidente la religiosidad, por ejemplo, en los poemas dedicados a mi abuela, a mi madre y a mi padre que aparecen en diversos libros, incluyendo uno a la Catedral que disfrutó mi padre desde su otra religión.

Nunca olvidaré las vivencias con el poeta Rafael Abréu Mejía y su novia Ana Delia, quien desde una religiosidad casi dogmática defendía la existencia de Dios, negada por Rafael y por mí, que citábamos diversos filósofos para demostrar no sólo que Dios no existía sino que para algunos, si existió, había muerto.

Cuando terminó la discusión Rafael y yo nos retiramos y no habían pasado dos horas cuando me expresó: Mateo, es la última vez que niego la existencia de Dios, porque si va y existe y uno tiene que pasarse el resto de su vida en el infierno… La verdad es que mi postura filosófica formal y mi ideología siempre dejaron un amplio espacio para que la religiosidad penetrara, no sólo a través de las religiones oficiales, sino de la religiosidad popular.

En más de una ocasión, en momentos difíciles para quien escribe, mi madre me pidió sumergirme en un baño que tenía, entre otras cosas, albahaca, cundeamor y otras hojas y flores silvestres, y recuerdo el gran alivio que experimentaba cuando al salir ella me decía que eso mejoraría mi suerte.

Ahora en esta noche en que trato de elegir una lectura después de un día agitado me encuentro con San Juan de la Cruz y su Poesía completa, una de las más altas en cualquier lengua, pero que cabe en una edición de alrededor de cien páginas, menos de mil versos. Este místico excepcional, me traslada de golpe a la religiosidad cuando dice: ¡Oh noche que guiaste! / ¡Oh noche amable más que la alborada! / ¡Oh noche que juntaste! / Amado con amada, / amada en el Amado transformada.

Santo Domingo, R.D., domingo, 17 de abril de 2011.

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