MIGUEL CEARA-HATTON
A raíz de los trabajos de Robert Lucas (Nobel de Economía 1995) y Thomas Sargent, ambos de la Universidad de Chicago, sobre las expectativas racionales, se volvió a plantear el tema de los fundamentos microeconómico de la macroeconomía.
Estos asumen que los “agentes” analizan el futuro siguiendo una racionalidad del “homo economicus”.
Es decir, toman decisiones utilizando la mejor información disponible y de la mejor manera posible, en función de los equilibrios de mercado futuro, sin tomar en cuenta el pasado. Por ejemplo, el valor esperado de los precios está determinado por “decisiones racionales” para alcanzar equilibrios futuros en los mercados.
Así el fundamento de la economía, para estos pensadores, se sustenta en una hipótesis sobre el comportamiento humano donde las preferencias individuales se sostienen en un comportamiento racional que maximiza las preferencias de forma que la macroeconomía es el simple agregado individual, a través de un “agente representativo”. La idea de deducir la macroeconomía de la microeconomía ha estado presente, con diferentes argumentos, en la economía convencional neoclásica.
Hay otros enfoques, de economía heterodoxa y postkeynesianos, que entienden que el individuo se mueve en un contexto social que determina sus preferencias, que el individuo es un ser social influenciado por el entorno, las clases sociales y la cultura, que asumen que las instituciones pueden tener vida propia, que el todo puede ser más que la suma de las partes y se hacen preguntas diferentes vinculadas al funcionamiento del sistema económico en su conjunto.
Por supuesto no niegan la elección individual, pero la conciben limitada por el contexto social. Por ejemplo, el desempleo no puede ser explicado por las preferencias individuales a menos que se asuma como desempleo voluntario.
Lo cual es un absurdo, tal como demostró Keynes (1936) quien explicaba el empleo desde la macroeconomía (la demanda agregada) sin recurrir a la microeconomía.
En este enfoque son las condiciones sociales y las condiciones macroeconómicas las que determinan el comportamiento individual.
De hecho, en un verdadero enfoque macroeconómico el comportamiento individual tendría que ser compatible con el funcionamiento del sistema global en el cual el individuo se desenvuelve.
El enfoque que prioriza la macroeconomía no pretende explicar la conducta individual con la hipótesis de una racionalidad maximizadora ni con la independencia radical en las preferencias, sino como la consecuencia de una restricción derivada de una estructura social históricamente construida y de las condiciones necesarias para su reproducción en ese contexto.
Según esta lógica, la microeconomía vendría después de entender la macroeconomía, haciendo evidente lo incorrecto de preguntarse sobre cuál es el microfundamento de la macroeconomía. La pregunta correcta debería ser: ¿cuál es el macrofundamento de la microeconomía?
Santo Domingo, R.D., viernes, 27 de enero de 2012.
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