Yvelisse Prats Ramírez De Pérez
Como una ola no precisamente cantada por Rocío Jurado, cunden rumores, los comentarios se propagan, las versiones se hipertrofian en notas periodísticas. Los buenos se preocupan, los contrarios se frotan las manos.
Al asomar unas declaraciones de Hipólito, y la respuesta de Miguel, se agitaron las aguas mediáticas.
El diccionario de bélicos sinónimos aporta palabras: conflicto, confrontación, enfrentamiento, crisis, ¡vuelve la división que caracteriza al PRD! Los vaticinios agoreros que difunden los medios generan preguntas, algunas capciosas, la mayoría inquietas.
He tratado de responder con franqueza a estos cuestionamientos, en el supermercado, la farmacia, en el seno de la familia que al crecer incorpora varias generaciones y puntos de vistas diferentes. Argumento, demuestro, aclaro, casi siempre convenzo.
Pero como ex presidenta del PRD, militante activa y amorosa postulante que ha construido su utopía personal dentro del proyecto político que diseñó Peña Gómez, mi responsabilidad no puede ni debe agotarse en diálogos casuales, y en una prédica familiar.
Por eso, y por la voluntad y costumbre de comunicar y comunicarme, escribo En Plural sobre el tema.
Contradigo a Azorín, con su “comenzar por el principio”, y empiezo por el trágico final del augurio. Lo desmiento. No hay, ni habrá división en el futuro próximo del Partido Revolucionario Dominicano.
Es cierto que desde su fundación nuestro partido parió cuotas excesivas de libertades internas que lo agrietaron y dividieron. Desde la “guerra de los Juanes”, las divisiones se agazaparon debilitando al partido en las contradicciones Bosch-Miolán, se concretaron en la separación de don Juan y Peña Gómez, se manifestaron entre don Antonio y Salvador, entre Salvador y Majluta, rompieron lazos que debieron respetarse entre Hatuey e Hipólito, y en la legítima contienda de la XXVIII Convención, confrontaron a Hipólito y Miguel.
Las divisiones solo fracturaron realmente el partido en tres ocasiones: 1973, con la separación de Bosch para fundar el PLD; 1986, la separación de Majluta y la fundación del PRI, y el 2000, cuando se cometió el error de expulsar a Hatuey y este fundó su propio partido.
Las otras “divisiones” pueden tratarse entre comillas; no llegaron a materializarse formalmente, aunque, al derramarse desde arriba contaminaron a las bases minando su capacidad de ejercer unitariamente la soberanía que les confirió Peña Gómez consagrada en nuestros Estatutos. El grupismo se consolidó y fue responsable de mantener 14 años fuera del poder al PRD.
Sin que las bases se agrupen, no puede haber grupos, valga la redundancia que explica la situación actual en el Partido. Definido el candidato presidencial, las bases del PRD están unidas sin resquicios en lucha por el triunfo del partido, representado en la boleta por la calva solemne y la sonrisa pícara de Hipólito.
El PRD en conjunto, lo digo como testigo de excepción, porque vivo y actúo entre perredeístas, forma un solo grupo unido y en campaña. Como no hay líderes mesiánicos no existe un individuo, llanero solitario que pueda soliviantar esta masa compacta que marcha hacia el país mejor, pero para todos, que es lema y compromiso.
En esa marcha están plenamente integradas las autoridades, vale decir, la institucionalidad del PRD: secretarios nacionales, municipales, departamentos, frentes. Lo que es extraño, lo que provoca cuchicheo, es el distanciamiento del Presidente del Partido; a él se le exige asumir su responsabilidad, porque se le pedirá luego rendición de cuentas.
¿Puede Miguel Vargas, activo político del PRD, alfil posible en 2016, eludir o abandonar esa responsabilidad como presidente del partido, “capitán” de este barco que enfila su proa promisoriamente hacia el puerto deseado del poder?
Diferencias, las hay, disentir es fácil en un partido que a diferencia del PLD practica la democracia interna. Duelo, es posible, pero no puede ni debe prolongarse. ¿Confrontación? Institucional, no, personal, en todo caso, azuzada por envidiosos o ávidos.
Pero nadie tiene ya grupo en este partido, y sin bases, la división es imposible.
No tiene grupo Hipólito. Lo que fue PPH, luego Proyecto República Dominicana, se subsumió en la cascada de votos que lo llevó de jefe grupal a la jefatura de todos los perredeístas, como nuestro candidato. Miguel tampoco tiene grupo, ascendió a presidente de TODOS los perredeístas. Los que fueron hasta la XXVIII Convención sus seguidores incondicionales, participan ahora con leal militancia, en el Comando de Campaña de Hipólito, en puestos de relevancia.
Ante la ola encrespada de rumores, reitero pues que no hay peligro de división en el PRD, tranquilícense, amigos del partido. Esa ola no detendrá el buque tan cerca de la costa, su principal tripulante tiene sobrada ventaja en las encuestas y el capitán es inteligente, no provocará un naufragio que hunda la tripulación, incluido al responsable de conducir la nave.
Doy fe de mi confianza en que el 20 de mayo, ambos, Hipólito y Miguel, podrán parafrasear con orgullo al apóstol diciendo: “Hemos concluido la carrera, logrado el triunfo, conservando la fe en el Partido Revolucionario Dominicano”.
Santo Domingo, R.D., sábado, 21 de enero de 2012.
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