ROSARIO ESPINAL
El poder alborota, ofusca y aumenta la riqueza. Es gustoso y celoso. Envanece, cautiva, puede ser insolente e indolente. Sirve para explotar, consolar o adormecer. Es deseado y venerado, a veces rechazado o censurado.
El PLD ha comenzado ya el octavo año en su segunda tanda gubernamental. En este período adoptó a todo vapor malas mañas de la política dominicana: a ignorar el clamor del pueblo, enriquecer su gente, y anquilosar el Estado y el partido.
Cuando asumió el poder en el 2004, con el PRD en picada y el balaguerismo en desbandada, tuvo la oportunidad de escuchar el pueblo, entender sus urgencias y ayudar a transformar la sociedad dominicana. Era lo esperable de la pequeña burguesía ilustrada en los círculos de estudio de Juan Bosch.
Pero no, las prioridades del gobierno peledeísta a partir de 2004 fueron estabilizar la macroeconomía para acceder a préstamos internacionales, e impulsar grandes proyectos de construcción para enriquecer una base política leal vía la inversión pública.
Al estilo balaguerista, la inversión social se mantuvo porcentualmente reducida, incluso en violación a las disposiciones legales. Por ejemplo, la Ley General de Educación establece el 4% del PIB para la educación y en los últimos ocho años nunca se ha llegado cerca de ese número.
La gente ha protestado en amarillo y el gobierno ha repetido la misma inválida excusa: no hay más dinero para educación y no es asunto de dinero.
A través de estos años, el gobierno peledeísta ha ignorado muchas otras demandas sociales, excepto cuando se avecina un proceso electoral y hacen nuevas promesas, o aparecen soluciones momentáneas y a la carrera.
El gobierno se ha dedicado con empeño a engordar los suyos. El alto funcionariado pasó de pequeño burgués a burgués, capitalista o rentista. También han engordado los dirigentes aliados que han recibido grandes recompensas con dinero público por sus alianzas.
Sordo ante las demandas sociales y enfocado en enriquecer sus clientelas, el PLD se ha anquilosado como partido y ha hecho elusiva la cacareada modernización del Estado.
Las estructuras partidarias no se han renovado y cada dirigente ha buscado preservar su cuota de poder. Las reglas del partido se cambiaron cuando no convenían, y los dirigentes han permanecido en sus cargos prácticamente inamovibles. Así el personalismo y el clientelismo florecieron con rapidez en el PLD.
Estos tres pecados capitales: sordera ante las demandas sociales, enriquecimiento de clientelas, y el anquilosamiento del PLD, explican las bajas en las puntuaciones de aprobación que recibió el gobierno en varias encuestas realizadas en el año 2011.
En vez de servir al pueblo como era su lema, el PLD se ha servido a sí mismo. Lo ha logrado en ocho años sin mayores crisis, porque ha mantenido una relativa estabilidad macro-económica que le distingue de la última gestión del PRD.
Al comenzar el año 2012 es evidente que la sociedad dominicana está lista para un cambio de gobierno. Por eso se infló la intención de votos por el PRD. Pero el principal obstáculo para un cambio este año es que no hay una fuerte oposición política.
El PRD no se ha renovado, repite con el candidato que en el año 2004 salió derrotado en medio de una fuerte crisis económica, y sobre todo, es un partido con los dos principales dirigentes enfrentados. En el resto de la oposición predomina el divisionismo y la miopía política.
De continuar así la campaña electoral, el 20 de mayo se asistirá a unas elecciones de poco entusiasmo y poca esperanza, aunque abunde el ruido del caravaneo y en los medios.
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