Elsa Peña Nadal
En el circo, el señor de los cuchillos los lanza con tiro certero, y al
caer, van silueteando la figura de la persona que, atada de pies a cabeza, con
los brazos abiertos y en total silencio, opta por no dejar escapar, no digamos
que ni un grito; ni el más mínimo suspiro. Uno tras otro se oye el golpe seco,
aterrador, del arma que se clava en la madera.
Pero los que se impresionan, se alborotan y se inquietan, son los espectadores
Cualquiera pensaría que poner en riesgo así la vida, y con tanta
frecuencia, ha de ser cosa de locos. ¿Tan buena es la paga para someterse, una
y otra vez al mismo peligro?, se preguntarán los espectadores.
Pero, ¡qué va!; es que el experto tirador y la persona inmovilizada, “están
compuestos”; como dicen los cibaeños: ambos
saben que esa tabla tiene un trasfondo de potentes imanes. Puro truco, como
casi todo lo que se mueve entre las bambalinas.
El dueño de la franquicia circense tiene muchos circos repartidos por el
área. En cada uno de ellos, el gerente o jefe principal, tiene libertad para contratar
a los actores, quienes, con sus multifacéticas habilidades, entretienen y
divierten a los lugareños, los que pagan
un precio por ocupar un asiento bajo las carpas variopintas, siempre con la
expectativa de encontrar muchas novedades.
Los actores circenses son por lo general los mismos: malabaristas, trapecistas,
adivinos, domadores; gordas que lloran por un sólo ojo; enanos, gigantes y
muchos, muchos payasos. Y créanme que se ganan su buen dinerito; pero,
obviamente, jamás ni nunca como su empleador directo. Aunque seguramente los que más ganan son aquellos que se
arriesgan más, haciendo peligrosas piruetas y saltos a gran altura. ¡Y de cuántas
maneras!
De los circos sabemos que han de tener caballos, elefantes, gallos,
leones, osos y hasta cerdos. Pero resulta que ahora, el magnate foráneo dueño
de la franquicia circense, se ha antojado de anexar a su inventario las
especies que, desde tiempos precolombinos, habitan en nuestro Parque Nacional
del Este.
El quiere apoderarse de las “17 especies de murciélagos, 112 especies de
aves, (que son) mas de una tercera parte de la avifauna insular de la
Hispaniola”; según leí en una declaración de prensa emitida por la Academia de
Ciencias, la UASD y la Fundación Dominicana de Estudios Marinos. Inc.
Dichas instituciones, por ésta y muchas otras razones de peso, dicen rechazar “cualquier tipo de intervención que
vulnere cualquiera de las Áreas Protegidas del país, la violación de la Ley
64-00 de Medio Ambiente y Recursos Naturales, la Ley Sectorial de Áreas
Protegidas 202-04, así como la Soberanía Nacional y la Constitución de la
República”.
¿Querrán
acaso tambien los dueños de la franquicia,-con sucursal en Isla de Vieques-
incluir en su espectáculo a las tortugas marinas que vienen anualmente a desovar
en esas playas?; ¿Pretenden que sus payasos hagan piruetas aplastando con sus
botas las Estrellas de Mar y cazando los lepidópteros en la Playa de las
Mariposas? ¿Que tipo de “show” les montarían a los mas de 300 mil turistas que,
se estima, visitan anualmente nuestra Isla Saona?
¿Será que mas adelante tambien se instalará la compañía circense en la
Bahía de Samaná, con la excusa de que son unos peligrosos submarinos al
servicio del narcotráfico, todas esas ballenas jorobadas que con su pesada carga
vienen a parir en la costa; o a aparearse, repitiendo el periplo que cada año maravilla
a criollos y extranjeros?
Cuando me enteré de la noticia-- dada por los llamados a defender
nuestra soberanía y a impedir el tráfico de estupefacientes-- juro que pensé igual
que otras personas: que la misma no era mas que una puntual bola de humo; un
rumor puesto a correr con ocasión de los recientes “cañonazos” que han estado
amenizando el carnaval dominicano. Y así lo quisiera seguir creyendo. ¡Pero, ¿y
si es que nos están tomando el pulso?
A esa información no se le ha dado seguimiento, y por lo tanto, ya no esta
en los diarios; y porque además, en nuestro país las malas noticias se generan
tan aprisa que van cubriéndose la una con la otra; como la piel de la cebolla,
y en este momento y hora no sabemos si
va, o no va, la instalación de la base naval que anunciara la Marina de Guerra.
Ya periodistas y medios pasaron la página. ¡Qué barbaridad!
Por esto, al reciente temblor de 3.5 grados con epicentro en Saona, lo
asumo como un llamado de la isla a nuestra conciencia colectiva para que no le
demos la espalda ante esta abominable amenaza.
Esta es una broma de mal gusto y muy pesada. Un inoportuno caramelo de
cuaresma que no vamos a aceptar: ni como nos llegó ahora, bien envuelto en el
celofán del comunicado de Univisión y de la bemberria del carnaval; ni tampoco
mas adelante, aunque venga revestido con la distracción del asueto de Semana Santa
y de los colorines y fanfarria de este proceso electoral en curso.
En este asunto hay mucho en juego; por lo tanto, con esto no se juega;
ni como bola de humo ni como posible adefesio. ¡Sáquenlo del guión; o de lo
contrario, desmantelen el circo, recojan sus bártulos y váyanse con su música a
otra parte!
Como dicen los muchachos de ahora: ¡¿Pero es locos que están?!
Santo Domingo, R.D., sábado, 25 de febrero de 2012.
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