El presente escenario político pertenece, legítima y legalmente, a los candidatos presidenciales. Que la intransigencia del poder insista en usurpar el espacio de los principales contendores es una señal preocupante, de ninguna manera favorable al proceso. Los presidentes del PLD y el PRD siguen empecinados en llamar la atención del electorado, procurando proyectarse más allá del 20 de mayo.
Un asunto que debió solucionarse con la simple remoción de un funcionario objetado por diferentes sectores de la sociedad no ameritaba un espectáculo como el montado esta semana por el clero católico y el auspicio de la Presidencia. Si no fue una tomadura de pelo, se trata de una broma de muy mal gusto. Además de este pacto, ambos tienen en común el no haber concitado el respaldo de sus partidos a favor de los respectivos proyectos políticos que representan.
La insuficiente prohibición constitucional que impide la reelección presidencial fue suplida por las fuerzas danilistas que, desde adentro, forzaron una definición del Presidente, quien -a contrapelo de la institucionalidad-, parecía no amargarle el dulce. En pocas palabras, le tumbaron el pulso. La forzada posposición del proyecto de Vargas se entiende fácil: su partido favoreció a Hipólito Mejía, con la ventajosa opción del aspirar en el 2016.
Siendo así, se daba por descontado que ambos asumirían el rol que la historia les asigna a los hombres de Estado, en lo concerniente al proceder político. Pero éstas y otra del pacto y señales delatan unos planes sinuosos en marcha, con miras a escamotear los resultados del proceso.
Como marchan las cosas, Medina es la primera y única víctima, ya atrapada y vencida por sus impenitentes adversarios internos. La candidatura vicepresidencial del PLD es una muestra inequívoca de tales designios. La pareja presidencial han sacado prácticamente de circulación al pobre Danilo, relegándolo a un plano inferior.
El “afrentoso arreglo” –todo de César Pérez este ajustado calificativo-, procura el predominio de unos poderes fácticos que desbordan, no sólo el orden institucional, sino también el terreno ganado en buena lid por los titulares. ¿No será que carecemos de la madurez necesaria para entenderlo?
Afortunadamente, Hipólito Mejía ha logrado sortear la situación logrando el respaldo de fuerzas determinantes que empujan, desde adentro y desde afuera. Y debido a que –a decir verdad-, Vargas no administra el prepuesto del Estado, como es el caso de Leonel Fernández. En todo caso, se ha prestado a un juego en el que Medina resultará perdedor, con lo cual le hace un gran favor al PRD.
Santo Domingo, R.D., miércoles, 08 de febrero de 2012.



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