En su tratado sobre La República, Platón define el sentido de la
democracia como el poder del pueblo. La democracia ha estado presente como
ideal o de forma teórica en casi todos los cambios políticos, desde el Agora
ateniense pasando por el Senado romano y por las formas de gobierno de las
ciudades del Renacimiento, hasta la Constitución de los Estados Unidos, la
Revolución Francesa, las guerras de independencia en los países latinoamericanos e incluso en el modelo
de Revolución Proletaria de Rusia y hasta en la cubana.
Sin embargo, la democracia parece ser como la definió alguien: “Un
blanco móvil”. Algo que se logra en un momento histórico, pero que se aleja o
se mueve día a día y tiene que volverse a lograr permanentemente.
¿Donde está entonces el poder del pueblo? Porque el solo hecho de que
en nuestros países se da la posibilidad de elegir a los gobernantes e incluso
los representantes en las cámaras legislativas y de los ayuntamientos de
acuerdo con las reglamentaciones constitucionales, no quiere decir que se ha
logrado un ejercicio real y eficiente de la democracia, porque el verdadero
ejercicio de la democracia implica también una permanente participación del pueblo, entendida como la posibilidad de acceder a
los bienes y servicios y a decidir sobre los temas más importantes que les
afectan.
Aún así, el ideal de democracia está arraigado en el sentir y pensar de la gente, y aunque a veces no nos
damos cuenta, existe vocación hacia la libertad
y una gran capacidad de vivir y ejercitar la democracia, que se manifiesta en
todo momento pero principalmente en situaciones de dificultad o durante los
procesos electorales. Por eso debemos sentirnos altamente satisfechos con la
participación popular y las manifestaciones de la gente en este proceso.
Sin embargo, a pesar de esas manifestaciones democráticas expresadas
por la gente, hay actitudes que motivan
a preocupación de algunos sectores y que poco a poco se expande en la población,
referente a la posibilidad de que la permanencia de un partido en el poder por
largo tiempo se convierta en un elemento
que limite la democracia y la participación activa y libre de la sociedad; además
de la concentración de poder, por el uso de los recursos del Estado en
actividades proselitistas o personales.
La respuesta a esto está determinada por esa participación popular y
consciente de la ciudadanía en el proceso, porque la democracia se construye
diariamente y a cada instante. Se hace cuando la gente reclama seguridad y
exige sus derechos; lucha contra cualquier abuso. Cuando pide mejoría en los
servicios públicos; mayor presupuesto para educación; respeto e igualdad de
género, en fin, cuando muestra deseos de
cambios y superación.
Un pueblo que actúa así merece tener el verdadero poder, es decir,
ejercer la democracia a cabalidad mediante el voto para darse el cambio de
gobierno deseado, y de ahí, iniciar un proceso activo hasta lograr una vida más
digna y humana.
Santo Domingo, R.D., jueves, 15 de marzo de 2012.
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