viernes, 23 de marzo de 2012

Reflexión sobre fraudes y perjurios



MI VOZ ESCRITA 
JORGE HERRERA

Entre los prontuarios de mentiras, en sus variadas formas, de ciertos faunos de la política criolla, no hay mucha diferencia. Unos, luego de abrevar en la “fuente sabia” de sus mentores y líderes, mintieron en la oposición y ahora mienten en el gobierno, y los otros, desvirtúan el discurso para que los ingenuos  crean que es posible cambiar toda una estructura de Poder con un cambio de rostro.

Lo del cambio seguro no es más que una estratagema mal concebida y peor sustentada; que, por demás, cuestiona la capacidad creativa de los asesores publicitarios de un candidato acorralado por el clamor de un pueblo que ya decidió lo que quiere: Un cambio real, efectivo y esperanzador. El cambio que encarna Hipólito Mejía; el verdadero redentor de los pobres.

El presidente que al conocer las reales o supuestas conexiones de Leonel con Ramón Báez Figueroa, con coraje, evitó que miles de dominicanos se suicidaran al ver sus ahorros perdidos en la red de Baninter, el mismo presidente que también le salvó los dineros a la Fundación Global, Funglode, y a Margarita Cedeño.  

En la composición gráfica, sonriente, el presidente Leonel Fernández, e igualmente sonreído, el banquero Ramón Baez Figueroa, en prisión cumpliendo una larga condena por desfalco.

Es lamentable que la memoria sea tan desmemoriada, cuando los intereses la pervierten. Como en nuestra cultura mentir es un deporte y el fraude un gaje de oficio que se compra y se vende, aunque está tipificado como delito en el Código Penal, pienso que, cuando se trate de perjurio, se debe pensar, cuando menos, en un delito agravado, y penalizarlo como tal. 

Un aforismo jurídico de data inmemorial afirma, de manera simple pero categórica, la consecuencia que acarrea el fraude: ¡Lo daña todo! Lo mismo se puede asegurar del perjurio; en tanto es un fraude oral que se utiliza para engañar, a los fines de obtener un beneficio ya calculado. El perjurio patea por el trasero a la verdad, fundamento esencial para la convivencia humana.

Santo Domingo, R.D., viernes, 23 de marzo de 2012.

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