Olaya Dotel
En la famosa película “El señor de los anillos”, los portadores del anillo caían subyugados por sus más bajos instintos, a tal grado que sus almas y cuerpos terminaban siendo deformados por su propia ambición.
Así es el poder político, un anillo deformante del alma y el cuerpo. Diluye la moral y la ética de su portador, llevándole a querer hacer uso de esa “joya preciosa” en función de sus intereses de manera exclusiva, lo que ha traído como consecuencia el olvido de sus promesas, la violación de las leyes que le hicieron portador del poder político, para terminar matando la democracia.
Por tanto, la democracia debe ser protegida de quienes tienen la responsabilidad de resguardarla, de los gobernantes. Para ello se debe forjar una institucionalidad de la cual queden eliminadas todas las zonas de oportunidad, que permitan a cualquier gobernante, seducido por la “joya preciosa del poder” tomarla para sí.
Hoy la débil institucionalidad dominicana posibilitó que nuestros actuales gobernantes cual, Gollum, exclamen, ¡el poder es mío, mío, mío, precioso tesoro… y de nadie más!, convirtiéndose en monstruos al servicio de sus propias apetencias.
Es así que se requiere restablecer el orden democrático, a través de una profunda reforma política que elimine las mayorías mecánicas, sea quien sea quien esté gobernando.
Una reforma política que garantice la división de los poderes, a pesar de la intención y deseos de los actores políticos; que dé más poder a la ciudadanía creando mecanismos reales para la revocación de los mandatos, a través de iniciativas ciudadanas.
En este momento se cuenta con un instrumento para la reforma, a través de un pacto político electoral, que invita a comprometerse a las fuerzas de la oposición a desarrollar todas las acciones necesarias para restablecer la democracia.
El voto es la llave del pacto que permitirá abrir nuevos caminos que nos conduzcan al Estado de derecho.
Santo Domingo, R.D., lunesm, 16 de abril de 2012.
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