José Alejandro Ayuso
Aristóteles en su “Política” atribuyó al poder, cuando no está sujeto a la ley, un neto componente de “animalidad”, en referencia a una forma de existencia y ejercicio del mismo en un régimen de absoluta carencia de límites que sería característico de la tiranía.
Siglos más tarde advirtió Montesquieu en su “Espíritu de las leyes” que los poderes libres de controles tienden a concentrarse y a acumularse en formas absolutas, en virtud de que la “experiencia eterna” enseña que “todo hombre que tiene poder se ve impulsado a abusar de él”.
Se impone, entonces, la interrogante de cómo se domestican estos animales, generalmente feroces, que componen una fauna política que abusa de los poderes del Estado hasta convertirlos, a falta de reglas, en “poderes salvajes” como los califica Ferrajoli. Máxime, cuando mediante la utilización patrimonial del Estado y de la corrupción rampante se crea un partido-corporación con ribetes autocráticos y pretensiones continuistas como sucedió hace unos años en México con “la dictadura perfecta” del PRI, tal y como pretende ahora instaurar el PLD en el país.
Se evidencia con su accionar en tanto tiranía de la mayoría carente de control y contrapesos, que el principio de división de los poderes del Estado pierde todo su sentido en una reunión de su politburó. Así, el peledeísmo gobernante ha puesto en una crisis sin precedentes en la historia nacional reciente el paradigma de la democracia constitucional como sistema de vínculos legales impuestos a los poderes políticos y que debe contener garantías específicas contra la omnipotencia de las mayorías parlamentarias y del gobierno.
Como unos de los efectos más perniciosos de esta crisis constitucional provocada por el PLD y las veleidades de una parte de sus secuaces de convertirlo en partido de “pensamiento único”, la sociedad dominicana padece hoy una suerte de supresión dela pluralidad democrática en tanto diversidad de intereses y de ideas en su seno.
Al respecto, Häberle nos recuerda que el Estado Constitucional no debe convertirse en una “asociación de dominación” de los ciudadanos como pretende el partido oficialista, ya que el principio de la mayoría sólo es “tolerable” en la medida que exista una protección de las minorías, primordialmente mediante el respeto a la supremacía normativa de la Constitución y a la protección de los derechos fundamentales de las personas.
Sin embargo, realizar estas garantías constitucionales tiene como premisa la efectividad de la separación de los poderes y la independencia tanto de la magistratura ordinaria como de la jurisdicción constitucional. Decisiones recientes de las altas cortes del país sobre aspectos electorales que implican violaciones flagrantes al derecho a elegir y a ser elegible ya han sido cuestionadas en cuanto a la independencia partidista e imparcialidad de los jueces recién electos quienes, salvo contadas y honrosas excepciones, constituyen “mayorías mecánicas” del PLD.
Por último recordar a Lord Acton: “…donde hay una concentración de poder en pocas manos, con demasiada frecuencia hombres con la mentalidad de gánsteres toman el control. La historia ha probado esto.” ¿O no?
Santo Domingo, R.D., viernes, 13 de abril de 2012.
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