domingo, 15 de abril de 2012

¿Propiciador de cambios?



Pedro P. Yermenos Forastieri
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Sería faltar a la verdad afirmar que en el marco de la coyuntura política dominicana, el cambio, entendido como lo que una legión de ciudadanos anhela, en el sentido de un giro profundo en las características esenciales de un sistema agotado, no es una posibilidad descartada.
El escenario que se presenta es el de una irreversible polarización entre dos fuerzas que, a partir de sus credenciales como conductoras del Estado, lo cual han hecho en más de dos oportunidades, están descalificadas para persuadir al electorado de que estarían en aptitud de transformar en el fondo un estado de cosas de la que ninguna de las dos puede excluirse como responsable.
Nada sustancial ha ocurrido a lo interno de ellas para que el electorado pueda albergar con fundamento ilusiones de una enmienda significativa en relación con lo que han sido sus ejecutorias precedentes.
Todo lo contrario, si a juzgar vamos por quienes encabezan sus ofertas, los hábitos electorales asumidos y las figuras que protagonizan sus ofensivas de mercadeo, estamos condenados de forma irremisible, ante cualquier desenlace, a darle continuidad a las esencias de un pasado causante de este presente lastimoso.
Es ahí donde radica la tragedia dominicana. Nada ha faltado para que la población estuviera decidida a encontrar nuevas fórmulas de conducción de su destino, aun fuere asumiendo determinados riesgos y, pese a eso, se obstina, como colectivo de masoquistas, a reincidir en respaldar a sus verdugos.
La palabra cambio, asumida de forma intrépida por las dos posibilidades electorales, suena a descaro, a burla, a mueca irritable sobre la tonta faz de un pueblo que por ser sometido a ignorancia interesada, confunde esos gestos con una pócima de expectativas que consume bajo la absurda premisa de que sus males curarán por arte de magia.
De esa manera se perfecciona el eterno círculo vicioso de la tragicomedia. Ahora estamos en la fase eufórica, interesada e ingenua. A poco andar adviene el desengaño y llegamos a jurar que será la última vez. Con cualquier tontería nos re-ilusionan y de nuevo nos sumamos al carrusel de la falsía.
En esas nos traen desde hace años, a lo cual han contribuido los que predican tener consciencia de la situación y voluntad para enfrentarla, pero no han hecho más que disgregarse en afanes de protagonismos y de egos inconducentes que, aun desde otras vertientes, han terminado siendo versiones tenuemente diferenciadas de los demonios que dicen enfrentar.
Santo Domingo, R.D., domingo, 15 de abril de 2012.

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