Eduardo Álvarez
Un hombre superior. De carácter. Consistencia y amabilidad son virtudes reflejadas en su carismática personalidad. Sincero, cariñoso, familiar, alegre y atento. Distingue a quienes conoce y contagia a contertulios y congregados ante su presencia. Magnánimo e indulgente como el que más, nunca encontraras en su tono de expresión un dejo de amargura o resentimiento.
Se detiene a saludarte, conservando la cordialidad, con un dominio asombroso del momento en el que comparte con amigos, colaboradores y seguidores. Te distingue. Llama por sus nombres, con cálido y particular afecto, a las personas que conoce, aun cuando haya dejado de verlas hace mucho tiempo.
Avanza con pasos firmes. Elude emplearse en querellas inútiles. Nunca se expondría al ridículo de quejarse, alegando –por ejemplo- provocación, en medio de una contienda. Porque, ¿qué es un enfrentamiento, del tipo que sea, sino un desafío cara a cara? Naturalmente, reciproco.
Te agrada, de manera peculiar, con una palmadita en la cara o un fuerte abrazo. Natural, sencillo y auténtico. Sin afectación, dice las cosas como son. Al pan, pan; y al vino, vino. Guarda y representa la imagen de nuestro pueblo, con el que se identifica. Las poses que obedecen a una estrategia de imagen política–imprescindibles para quienes carecen de dotes espirituales y encanto-, se quedan cortas ante la imponente presencia de un alma grande.
Ajeno a los rencores, no deja de ser conciliador. Opta por obviar los insultos, entendiendo, acaso, que responden al sórdido estilo de quienes desconocen la bondad de nuestra gente llana y sencilla. Por su forma de ser ha encontrado los brazos abiertos del electorado. De ahí que la población encuentre en este hombre la respuesta ideal y efectiva a sus inaplazables aspiraciones de cambio.
Tenaz e incansable, no ha tenido que vivir de la política, siendo altamente exitoso como esposo, padre, profesional y como hombre de negocio. Ha apostado toda su vida activa al bienestar y estabilidad de su país y de su familia. Llegado a este punto, no creo necesario llamar por su nombre a Hipólito Mejía.
Santo Domingo, R.D., domingo, 06 de mayo de 2012.
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