Por JUAN T H
Desde hace años en la República Dominicana se viene anidando un cambio en las estructuras del poder. Cada vez son más visibles los elementos que harán posible una ruptura del modelo político, económico y social vigente.
Los elementos están a la vista de todos: endeudamiento externo irresponsable, el gasto público exorbitante, la corrupción llevándose más de cien mil millones de pesos todos los años; el déficit que este año será de cien millones de pesos. Otra reforma fiscal y/o tributaria que en nada favorecerá a la clase media ni a los más desposeídos.
A la crisis económica agreguemos la del sistema de partido. El bipartidismo se agota. Dos fuerzas políticas, PRD y PLD, debatiéndose en el anacronismo, sin calidad moral, irrespetándose a sí mismas, sin esencia ideológica, ni vocación de servicio.
Los llamados poderes del Estado se disuelven en una maraña de corrupción, no sólo económica, sino moral. El primer poder del Estado, el legislativo, en manos del Ejecutivo que lo empequeñece a fuerza de prebendas. El Judicial, subordinado también al Ejecutivo y a los grandes intereses del capital financiero monopólico y oligopólico. (Las Fuerzas Armadas y la Policía al servicio del crimen y la delincuencia. Sin capacidad para asumir el rol que le asigna la Constitución. Los llamados poderes fácticos entrampados entre las migajas del poder y la podredumbre moral.
Todos esos elementos juntos suman caos, desolación, desamparo, anarquía, irrespeto y falta de liderazgo. La crisis económica viene acompañada de una crisis política, social y moral.
Por el camino que van las cosas puede producirse un estallido popular sin control de ninguna fuerza organizada que lo controle o que lo dirija. Y eso es como un huracán sin ojos ni cabeza.
Los grupos económicos tradicionales parecen no darse cuenta del peligro. Los del gobierno están acumulando fortunas con el dinero del Estado. En esa tarea le acompañan jueces, abogados, legisladores, periodistas, generales, y curas.
Un país con más de la mitad de su población sumida en la pobreza, con más de un millón 500 por debajo del nivel de pobreza, con un 34 por ciento de sus jóvenes que no estudia, ni trabaja. Un país que ocupa los últimos lugares del mundo en inseguridad ciudadana, corrupción, falta de transparencia, con un déficit habitacional que ronda el millón de viviendas, con un altísimo nivel de analfabetismo y desempleo, es un polvorín. Si continúan apretando la tuerca, como pretenden hacerlo, se correrá la rosca. Y cuando eso suceda tal vez sea tarde para buscar soluciones que no sean radicales y por lo tanto profundas.
La pregunta es: ¿Cuándo estará listo el pueblo para buscarle solución a sus problemas por sus propios medios? Nadie lo sabe con exactitud. Pero todo parece indicar que será pronto. ¿Quién asumirá el liderazgo? Nadie lo sabe. Surgirá, como en 1965 de las entrañas del pueblo mismo con uniforme militar o civil. Nadie lo sabe aún.
Creo que el comienzo del fin se acerca. No religión. Es un asunto de vida o de muerte para millones de seres humanos de éste país. La crisis por algún lado explotará, a menos que se tomen los correctivos de lugar en el menor tiempo posible.
Santo Domingo, R.D., martes, 03 de julio de 2012.
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