Teófilo Quico Tabar
El domingo celebraremos el día de Los Padres, fecha
importante para recordar nuestros papás,
presentes o idos. También para que los
creyentes lo hagamos por el gran Padre
celestial, y los que no creen o dudan, por
aquel que nos dejó el mensaje de que la
paz reine entre nosotros: Hermanos, amigos, esposos, compañeros,
conocidos.
Se puede decir sin exagerar que una parte importante
de la sociedad está afectada por el virus de la división, violencia,
incomprensión y distanciamiento,
lo que se refleja en el conjunto. No solo inciden en las organizaciones
políticas, instituciones públicas y privadas o las familias en las cuales se
desarrollan, sino que repercuten de
diferentes maneras en el resto de la sociedad. Crean inquietudes y
preocupaciones. Aumentan el malestar. Empeoran los problemas y se agrandan las
distancias.
Por eso entiendo propicio que con motivo del día de Los
Padres, tomemos la decisión de renovar esfuerzos para buscar de diferentes
maneras las vías para mejorar la comunicación, eliminar la violencia, solucionar los
conflictos, o por lo menos acortar las distancias. Encontrar mecanismos que
hagan posible que compañeros, amigos o familiares convivan bajo el predicamento
del respeto a la dignidad humana.
La cantidad de problemas que a diario se acumulan sin
encontrar salidas o por lo menos luces hacia donde se orientan las soluciones,
lamentablemente atentan contra la fraternidad y la solidaridad en una parte sustancial
de nuestra sociedad. En sectores de dirección y marginados, pero todos
importantes ya que de alguna manera influyen negativamente en la totalidad.
Se necesitan urgentemente puentes y caminos de
comprensión y entendimiento que acorten las distancias y conduzcan hacia una duradera convivencia
humana. Si los líderes o dirigentes no pueden, entonces recurramos a las
oraciones. Y como alguien escribió sobre la distancia, maldiciéndola, pero
convencido de que podía ayudar a fortalecer
los lazos de acercamiento que tanta
falta hace en estos momentos, comparto con ustedes esta oración:
“Maldito
sea lo que nos distancia, lo que nos separa, la enemistad. Bendito sea el
espacio vital del encuentro, que ocupa como un don, Cristo, Paz nuestra.
Hay
que quitar, borrar… lo que nos separa, el muro, el letrero, también la norma,
el privilegio, el desprecio… y eso peculiar que nos hace mirar al otro por
encima del hombro. Sucede que uno se cansa de ver la paz siempre proscrita.
Tomar
la paz como un trabajo serio. Cargar de paz las palabras, sentimientos, obras. Escuchar la paz como un
rumor, un susurro. Exigir la paz, hacerla, orarla.
Uno
quisiera poder ofrecer algo agradable. Tener puentes entre orillas, estrechar
manos distanciadas. Brindar por los amantes y amadores de la paz,
reconciliadores de oficio y vocación. Brindar por los artesanos de dialogo y
concordia. Alzar la copa por ellos, como novios de la paz.
Brindo
por aquel que inyectó la paz en la humanidad cuando dijo: Paz a vosotros, y
corrió por las venas de la historia, la noticia: Es posible… Él es nuestra paz”.
Santo Domingo, R.D., jueves, 26 de julio de 2012.
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