SERGIO SARITA VALDEZ
Mirando con el retroscopio el desarrollo social humano durante los dos milenios de la era cristiana transcurridos, se puede notar un constante y exponencial aceleramiento en la velocidad de los cambios de las relaciones entre las personas.
Las distancias espaciales parecen acortarse debido a la rapidez en que viajan la información, el sujeto y las cosas. Sin embargo, hay una ausencia de sincronismo en lo que respecta a la actitud mental del individuo, digamos que el comportamiento de la especie sigue siendo muy similar entre diversas generaciones. Veamos un ejemplo: en el siglo VI el papa Gregorio Magno hablaba de los siete pecados capitales que son la gula, avaricia, envidia, lujuria, ira, pereza y la soberbia. Tomás de Aquino en el siglo XIII hacía mención de esos mismos vicios, demostrando la ineficiencia de setecientos años para purgar dichas taras del alma de los pecadores. La soberbia engloba la vanidad, debilidad espiritual que tantas desgracias ha traído a la carne en las últimas cinco décadas. Crece de modo exponencial el número de mujeres que se someten a la modalidad de cirugía estética denominada liposucción. Se trata de un procedimiento mediante el cual se inyecta más de un litro de suero con adrenalina y lidocaína dentro del tejido graso de la cliente. Con un trocar se extrae el tejido adiposo a fin de reducir el volumen del área y modificar el relieve corporal. De poco ha valido la advertencia de la agencia FDA norteamericana referente a los riesgos y complicaciones de dicho acto quirúrgico.
Habla dicho estamento oficial de la posibilidad de infecciones, embolias, perforaciones de vísceras, formación de tumoraciones líquidas, compresión nerviosa, edema, gangrena de la piel, quemaduras eléctricas, desbalance hidroelectrolítico y toxicidad anestésica.
La agencia federal sobre el control de medicamentos y alimentos del gobierno de los Estados Unidos hace mención del número de muertes acaecidas a consecuencias de la popular operación.
Con relativa frecuencia son recibidos en el Instituto Nacional de Patología Forense los cadáveres silentes de damas que perdieron la vida como resultado de la obsesiva idea de cambiar su apariencia física ante los demás. Buscando lucir diferente se sometieron a variadas manipulaciones que al final resultaron en una muerte inesperada. Una de esas víctimas correspondió a una señora de 31 años quien anteriormente había sido intervenida en la zona del vientre para reducir la circunferencia de su abdomen y dos años después se hacía otra operación similar, esta vez para achicar las “pistoleras” y glúteos. Desafortunadamente la hoy occisa hizo un paro cardiorrespiratorio en medio de la cirugía y del cual no logró recuperarse, pereciendo en el acto.
¿Cuántas mujeres han de perecer en la República Dominicana para que el nivel de consciencia de la población diana supere el de la avaricia de ciertos promotores que alimentan falsas ilusiones, a través de un mercado vendedor de atrayentes imágenes virtuales?
Santo Domingo, R.D., martes, 14 de agosto de 2012.
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