AMPARO CHANTADA G.
Una cementera en Villa Gautier, unas minas de oro en
Cotuí y Maimón, en la Cordillera
Central, más y más concesiones y
exploraciones, varias minas de ferroníquel en Bonao y Miranda, todas
representan inversiones multimillonarias de empresas multinacionales, que nos
alegran por sus impactos sobre el empleo pero nos preocupan para nuestro
futuro.
Preocupaciones porque esas inversiones se realizan sin transparencia, usando
estratagemas corruptoras y en un país que no ha sido capaz de imaginar un ordenamiento de su territorio, de
su población y sus riquezas. Pero además nos preocupa que las instituciones subalternas estén en la más absoluta imposibilidad de
adelantarse, de control, de gestión y de corresponsabilidad.
La afectación de las tierras para las actividades industriales deben realizarse con los
municipios, en vista de proyectar la expansión de su zona urbana, preservar la
rural y proteger sus potencialidades
agroforestales, su patrimonio ambiental (ecológico y construido) y dinamizar
las zonas, sitios o lugares según su vocación productiva, sus reservas y las
posibilidades de desencadenar nuevas inversiones. Esas funciones se realizan
conjuntamente con los planificadores para mantener la coherencia y sostenibilidad socio
territorial.
La Presa de Hatillo se observa contaminada por efecto de las operaciones de la minera canadiense Barrick Gold. La foto fue tomada desde Maimon, en la provincia Sanchez Ramirez (Cotui).
Sin esta última condición, surgen las disparidades, la
inequidad y las pérdidas. Y precisamente cabe preguntarse si no es, por esos motivos, que acuden las
multinacionales a nuestro país. Sin un plan de ordenamiento territorial, sin
instituciones fuertes, sin mecanismos de control, riendas sueltas y corrupción
como apoyo, somos el país ideal, al igual que Haití, para invertir. Las
exploraciones mineras acaban de colocar
a Haití en un sitial predilecto, seriamos complementarias e ideales para
un futuro “minero”. Las mineras y
cementeras encuentran, para colmo, los dos países fragilizados por el sismo, la
deforestación, la pobreza, las tormentas y las inundaciones del lago
Enriquillo. Estamos asistiendo a
políticas deliberadas de depredación y
depreciación de la Isla, que podrían llevarnos a ser tierras de desmonte, de
excavaciones, de residuos, rellenos
sanitarios y suelos improductivos.
Loma de Miranda.
El colmo es que el Estado dominicano, en su afán de
resolver la crisis energética, se
apresta a utilizar el carbón para la producción de energía eléctrica, en
Hatillo y Manzanillo, ampliando las zonas de conflictos ambientales a la
zona costera, significando un retroceso en relación con las medidas
aconsejadas en los Foros internacionales en cuanto a reducción de las
emisiones de CO2. Es triste nuestra
realidad ambiental pero la territorial es muy preocupante; vamos a la
insostenibilidad ambiental con Haití de la mano.
(La ilustración de este articulo, originalmente publicado en el periódico HOY. es de nuestra responsabilidad)
Santo Domingo, R.D., viernes, 03 de agosto de 2012.
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