Rafael González Tirado
Fernandito y yo llevamos una vida muy unidos. Nuestra madre falleció el 24 de mayo del 1944, y entonces, nuestro padre, Fernando González (Nando) mecánico de automóviles, se las arregló para estrechar el círculo entre nosotros tres.
Íbamos de paseo en bote de motor por el río Ozama, se doblaba a la derecha al encuentro con el río Isabela y llegábamos hasta la Surza, que era un manantial fresco y reconfortante.
El paseo se tornaba delicioso. Los pastos encendidos de verdor, las reses pastando con sus crías, altas arboledas y aves que cantaban o hacían el dueto con los ruidos de nuestra embarcación. Mi hermano acompañaba a papá en la radiodifusión de la pelota cubana a través de CMQ y RHC, Cadena Azul.
Íbamos a las veladas de boxeo, juegos de pelota y nuestro padre no salía sin que, alrededor de las nueve, comiéramos un pastel de ciruelas y un vaso de leche. Mi hermano tenía doce años; yo soy un año menor. Pienso que el nombre de la Surza puede venir de source, del francés. Pero nosotros tendemos a duplicar la/z/ en esa palabra /Z/UR/Z/A: /S/our/c/e, término femenino en el diccionario Francés – Español de Emlio Martínez Amador, editado en Provenza, España, 1953.
En nuestra habla tenemos, cuando menos, dos vocablos cardinales: fuente /y/ surtidor/: Fuente, fontana, venero, manantial, manadero, alfaguara; surtir, surgir, brotar, fluir, chorrear…
Fuente proviene del latín fons /fontis: ‘manantial de agua que brota de la tierra’. Surtidor: ‘Que surte o proviene…’. ‘Chorro de agua que brota o sale específicamente hacia arriba’.
Quizás el origen /Surza/ pueda ser francés por su semejanza silábica con el topónimo gálico, que, a lo mejor, ofreció la adaptación al español de los capitaleños.
De todos modos, éste no es el tema. Ya lo podríamos tratar luego de una investigación más profunda.
Hablemos más de mi padre y de sus amigos aficionados a los recorridos, en navegación por los ríos Ozama e Isabela. El punto de encuentro era en el taller de mecánica de papá, instalado en la avenida España 17, barrio de Santa Bárbara. No lejos estaba amarrada la embarcación que nos llevaría, una vez más, al esplendor y al deleite, además de compartir entre valiosos compañeros que llevaron su amistad hasta la muerte.
Estaba allí la mayor parte de la parvada que no sabían fallar: El abogado Antonio Záiter Pérez, Elías y Lulo Stefan, Miguelito Yeara. Claro, a un lado, Fernandito y yo, con la esperanza del delicioso paseíto.
Llegaron otros: el señor Víctor Rivera, puertorriqueño, empleado de la embajada de los Estados Unidos o del Consulado; no preciso bien. También el médico y amigo de nuestra familia, Luis Villalón, cuñado del difunto poeta Freddy Gatón Arce. Iba desde el Hospital Marión, sector UASD, en bicicleta, a revisarnos y ponernos las inyecciones correspondientes.
Se enteraban primero, acerca de las condiciones del “yate”; si estaba bien de gasolina, las provisiones y bebidas. Conversaban animadamente acerca del disfrute que les esperaba ese domingo.
– ¿Falta alguien? – preguntó el doctor Záiter Pérez.
– Estamos completos. Fue la respuesta –Pero surgió otra pregunta.
– ¿Y los muchachos? ¿Van al paseo? Nuestro padre respondió.
– No, señor, ellos no caben en este viaje!
– Miguelito Yeara, grande, gordo y simpático –
– ¿Por qué no van?
Elías Stefan contestó, con aquella sonrisa de dulce malicia.
– ¡Por si por si / por si acaso!
Fernandito y yo entendimos el mensaje envuelto en esa expresión. Y nos fuimos a buscar un par de limones que nos servirían para llegar a casa, aparando y devolviendo. Fanáticos del béisbol desde pequeños: Liga de los Limones (LDLL).
Santo Domingo, Republica Dominicana, domingo, 05 de agosto de 2012.
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