EN PLURAL
Yvelisse Prats
Ramírez De Pérez
Cuando estoy estudiando o investigando me envuelvo como
una oruga en mi capullo, concentrada, me obsesiono, y condeno a mi familia a
escuchar salmodias interminables sobre el tema que me mantiene apasionada.
Como he estado leyendo y escribiendo en estos días sobre
la lengua española, su aprendizaje y
evaluaciones, el tema pegajoso quedó en mi cerebro, y se derramó sobre mis dedos a la hora de escribir En Plural.
No soy lingüista, ni especialista en ninguna otra área
ligada a estudiar sobre el lenguaje. Mi aproximación a la lengua se dio
primeramente en mi lejana infancia, en la que mi condición enfermiza y mi
situación de hija única me hizo aferrar a la lectura como compañía, como
amistad, como gozo, ese que todavía siento cuando abro un libro y leo
ensimismada.
Luego escribí, recuerdo algunos versos sobre temas
íntimos, bastante malos, dedicados a papá, a mi abuela, al mar, a una maestra
joven y afectuosa a la que adoraba. Porque había adquirido un amor enorme por
la poesía, en las tertulias de mi casa, donde adquirí una de las primeras
competencias de la lengua, la de escuchar, que me dio el privilegio de
alimentar el espíritu en las palabras y los conceptos de Fabio Fiallo, Virgilio
Díaz Ordoñez, Tongo Sánchez, Gustavo Mejía Ricart, Pedro Mir, Dr. Heriberto
Valdez, Dr. Moscoso, Andrés Avelino, intelectuales amigos de mis padres que
adopté como tíos.
Mario Emilio Pérez periodistas, escritor, cuentista; esposo de la profesora Yvelisse Prats Ramírez de Pérez.
Hablo, escucho, leo, escribo. Además, mis años enseñando
Lengua Española, primero, y luego Didáctica de las Letras en la UASD, se encadenaron
a ese encariñamiento por la lengua, por su uso como instrumento insustituible
en la comunicación, en el estudio, en la formación integral humana, en la
capacidad de ejercer ciudadanía activa y crítica. Encontré en el objeto “libro”
el espacio perfecto para aprender, para disfrutar, para nunca sentirme en
soledad.
Porque entiendo el valor y la importancia que tiene para
la dignidad y la alegría del sujeto el dominio de la lengua escrita, he
defendido el derecho humano elemental, que es la alfabetización inicial, y ya
luego, una escolaridad completa, con calidad y equidad. El Programa Especial de
Educación Ciudadana, que ejecuté en mi gestión al frente de la cartera
educativa en la década de los 80, fue prioridad en mis empeños que todavía se
manifiestan involucrándome en proyectos que intentan disminuir o erradicar, en
una arritmia enorme frente a los otros países de América, el analfabetismo, esa
aberración social.
Mi acercamiento a la lengua, no es pues, un experticio
sobre ella. La amo, porque su uso me regala poder para hacer las cosas que me
gustan oír y entender, palabras justas para empaparme con ellas, leer con
glotonería, hablar incansablemente, escribir en desahogos frecuentes mis penas
y mis iras, mis entusiasmos y alegrías también.
En esa condición, acudiendo a mis textos de Didáctica de
la Lengua, y escudriñando evaluaciones que se han hecho en los últimos 10 años
a la enseñanza de la lengua en nuestro país, me atreví a redactar la ponencia
que presenté en el V Congreso Internacional sobre Enseñanza de la Lengua que
UNAPEC auspició y se celebró el jueves 15 y el viernes 16 del mes en curso.
Ojalá que, así como yo no puedo despegarme del tema que
me llevó a evocar la larga historia de mi vida con libros y palabras,
ejerciendo un derecho que todavía no tienen muchos niños y mayores, los
asistentes a este Congreso se hayan llevado a sus casas, a las escuelas donde
enseñan, esta obsesión, este amor que arde y que reclama paladear la lengua,
utilizarla para el conocimiento, la comunicación y la criticidad agudizada que nos exigen las
trampas lingüísticas que acechan, en el discurso político, en la turbulencia
informativa de los twitter, y en las tergiversaciones, a veces por error, otras voluntarias de las noticias, en la
prensa, la radio y la tv.
Ante las deficiencias tremendas que en el dominio de las
competencias lingüísticas en nuestro país arrojan las evaluaciones, la idea
central de mi ponencia fue terminante, la repito En Plural: intervengamos,
los/as maestros/as sobre todo, para que nuestro español dominicano pueda ser,
como dice Cervantes: “Puerta magna por donde se accede a todas las ciencias”.
¡Lengua de mi alma! Conocerte y amarte temprano, me compromete
en desear y buscar para todos y todas, el ejercicio libre e intenso del español
dominicano.
Santo Domingo, R.D., sábado, 17 de noviembre de 2012.
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