domingo, 9 de mayo de 2010

El Estado y las Elecciones




Juan Taveras Hernández


Leonel Fernández consideraba hace apenas unos años, cuando su partido apenas tenía un senador, que la democracia precisa de un contrapeso, que el Poder Ejecutivo y el Poder Legislativo deben estar en manos distintas. Lo satisfactorio es que el Congreso lo controle un partido y el Ejecutivo otro partido. De esa manera se fortalece el sistema democrático, decía. Sin embargo, el presidente Fernández controla no solo el Poder Ejecutivo, sino el Poder Legislativo y el Poder Judicial. Es decir, los tres poderes del Estado. Y como si fuera poco, dispone y manda en el Cuarto Poder del Estado, que es la prensa. Ningún otro presidente constitucional había tenido el control absoluto del país a lo largo de su historia. Solo los dictadores, como Trujillo, han tenido tanto poder.

Para volver al poder Leonel le hizo fraude al presidente Hipólito Mejía –caso insólito- a través de la famosa “Cadena” que le reportó más de 250 mil votos en las elecciones del 2004. Al igual que su guía espiritual, Joaquín Balaguer, Leonel no ha ganado una sola elección popular. Todas han sido mediante el fraude, el engaño, la mentira y la fuerza. Ni siquiera ganó limpiamente las elecciones internas contra su compañero Danilo Medina.

El próximo 16 de mayo el presidente Fernández quiere “ganar” todas las provincias; quiere que todos los senadores y los diputados les pertenezcan para que sirvan a sus propósitos de continuar en el poder indefinidamente. Quien lo dude es un iluso. Nadie se va del Poder con tanto poder. Y menos Leonel Fernández que no abandonará el Palacio Nacional nunca a menos que no sea echado por la fuerza del pueblo, con votos o sin votos. El pueblo no lo sabe aún, pero vive en una dictadura virtual apoyada por los poderes del Estado, las Fuerzas Armadas, la Policía Nacional, los medios de comunicación y las iglesias, etc.

El fantasma del fraude electoral recorre todo el territorio nacional con los planes del gabinete social repartiendo miles de millones de pesos en alimentos, electrodomésticos, materiales de construcción; con la pavimentación de calles y carreteras, la tarjeta solidaridad, el bono gas, el dinero en efectivo que reparten los ministros. El fantasma del fraude recorre el país a través de un amplio operativo de compra de cédulas, intimidación, extorsión, chantaje, etc.

El presidente Fernández no aprobó la ley de partidos, ni la ley de garantía electoral justamente para poder hacer y deshacer con los recursos del Estado. Como dijera el presidente de la JCE, Julio César Castaño Guzmán, ninguna ley le prohíbe al presidente Fernández encabezar la campaña electoral en todas las provincias, como tampoco ninguna ley le impide el uso y abuso de los recursos del Estado. Sólo la moral y la ética, valores inexistentes en el gobierno.

El fraude electoral no lo monta la JCE. Lo planifica y lo pone en práctica el gobierno con todos los recursos de que dispone. La JCE quiere un proceso diáfano, unas elecciones libres, sin la cultura del fraude y el engaño primando el día de los comicios, pero el presidente Fernández no quiere eso. No le conviene. El déficits del presupuesto del primer trimestre del año supera los 18 mil millones de pesos. Todos los años electorales el presidente Fernández dispara el gasto. Es la expresión más clara del fraude electoral.

En la campaña electoral no hay equidad. Los oficialistas tienen dinero de sobra. La oposición no. Eso marca una diferencia que se expresará en las urnas. El voto no es libre. Lo determina la capacidad de compra que sólo tiene el gobierno. La miseria material y espiritual que patrocina el presidente de la República es la mayor expresión del fraude electoral. Es casi imposible que un candidato a senador, diputado o alcalde derrote al Estado en unas elecciones de un país tan pobre y miserable donde el transfuguismo y el clientelismo están amparados por las leyes.

Santo Domingo, R.D., domingo, 9 de mayo de 2010

Juanth04@hotmail.com
http://www.desdemiescritoriord.blogspot.com/

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