martes, 3 de agosto de 2010

Leonel va






Pedro P. Yermenos Forastieri

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La afirmación de que el presidente no puede descartarse como opción para evitar la soledad del poder, es reduccionista y de menor connotación frente a las evidencias que demuestran que se trata de mucho más que esa nimiedad, como hemos explicado. La soledad política está descartada para un personaje que ha alcanzado la influencia del presidente, quien será decisivo en la composición y control de los altos órganos que van a conformarse en lo inmediato.

La proliferación de vallas y, sobre todo, su exquisito diseño y el mensaje que se persigue proyectar, aseguran que lejos de ser expresión fortuita de creatividad, como afirmara su beneficiario, se trata de algo que cuenta con su minuciosa participación. Esa foto fue tomada e “intervenida” para un propósito específico. Igual ocurre con los textos.

Todo está vinculado con la continuidad de un estilo de liderazgo de expresión autoritaria, caudillista y mesiánica, reflejo de un contexto que la nación debe superar por ser causa que impide el establecimiento de un régimen de fortalecimiento democrático e institucional. Más allá del discurso de un progreso irreal y del dominio de la intríngulis del mundo actual, el presidente asume formas dirigenciales ancladas en el pasado. Lo menos que se esperaba.

A partir de esa tipología del liderazgo mayor del país, se produce una suplantación de la institucionalidad por una visión emanada de las pupilas iluminadas de un personaje de excepción, a quien se atribuyen poderes sobrenaturales e inequívocos y que, al ser de imposible sustitución, su perpetuación en el poder se traduce en necesidad nacional.

El PLD, de partido de organismos y escuela de formación de líderes, ha continuado siendo soporte burocrático de esa realidad, con la diferencia de que el insustituible de ayer era Don Juan y el de hoy es Leonel y de que en el presente se desarrolla un proyecto hegemónico de naturaleza distinta al que pretendía instaurar Bosch desde la organización que dirigía sin cesiones en su dominio. La forma es idéntica, pero no los resultados para el país. El sello del líder fundador signaba distancias.

Establecidas estas cosas, vinculadas al liderazgo del presidente y a su concepción del ejercicio público en un contexto al que atribuye connotaciones penosas, pero de las cuales se aprovecha, la historia demuestra que estos personajes no desisten de sus ansias de poder, al que conciben como ineludible designio del destino, al cual acuden para hacer cumplir las profecías.

Santo Domingo, R.D., martes, 03 de agosto de 2010

(yermenosanchez@codetel.net.do)
http://www.elnacional.com.do/opiniones/2010/8/3/56276/Leonel-va
http://www.desdemiescritoriord.blogspot.com/

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