Pedro P. Yermenos Forastieri
En el derrocamiento de Juan Bosch, resultan visibles varias causas de naturaleza esencialmente política. De esa manera, insistir en resaltar supuestas responsabilidades derivadas de su perfil de personalidad, es lo mismo que asumir una conducta similar a la de los golpistas.
En la asonada cívico-militar de 1963, además, se evidencia la reacción virulenta de sectores poderosos, cuyos intereses se percibieron afectados por una gestión gubernamental que hacía esfuerzos serios por propiciar un clima de igualdad para todos, que es lo que en definitiva debiera ser la democracia, para ser auténtica.
La Constitución de ese año trazaba las pautas de una sociedad democrática, lo cual irritaba a enclaves de poder que pretendían convertir el escenario post trujillista en un coto cerrado para su exclusivo beneficio y veían, en las nuevas reglas que se intentaba establecer, un obstáculo para ese propósito egoísta.
Al margen de características personales, lo cierto es que la actitud de Juan Bosch respecto a no ceder a las pretensiones de sus adversarios, lejos de minimizarlo en el ámbito político, lo que ponen de manifiesto es la solidez de sus principios y el sentido de coherencia de su accionar. ¿De qué hubiese servido aceptar continuar en el ejercicio de un poder que no podía ser utilizado para hacer avanzar las causas en las cuales creía? Eso apenas sirve para una satisfacción hedonista sin ninguna repercusión para el colectivo. De eso está construida nuestra historia.
Pocos niegan que las consecuencias para el país de la interrupción de aquel ensayo democrático han sido funestas, y eso se traduce en una prueba inequívoca de que fueron sus autores los que actuaron de espaldas al interés de la salud institucional del país y contrajeron una deuda que no terminan de saldar. Al revés, ahora intentan eludir su participación en los acontecimientos.
La segunda tragedia, después de la ocurrida hace 47 años, es que habiéndose suscitado la oportunidad de dar seguimiento a ese proceso esperanzador, las actuaciones de los que tuvieron en sus manos esa encomienda trascendente, la han echado por la borda.
De ahí que, es deleznable intentar desviar la atención sobre las causas fundamentales del derrocamiento de Don Juan, lo cual se suma al malsano propósito político que pretende sustentarse en nimiedades como mecanismo ilusorio de ocultar los valores, principios y correctas actuaciones de este personaje que es, ha sido, y al parecer continuará siendo, ejemplo urticante para la piel de muchos.
Santo Domingo, R.D., martes, 05 de octubre de 2010
1 comentario:
Yermenos cuanto celebró no saliste juez.
Eso pasa por hablar de todo el mundo menos de GUILLERMO MORENO, ahora te pasaron la factura je,je.
Como mediocre que eres saldras hablar sandeces del proceso como todo un mal perdedor.
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