Umbral //
Manolo Pichardo
Es difícil que un comunicador social por esfuerzo que haga sea completamente objetivo; a veces la formación da el prisma para mirar el hecho noticioso, por ello, el punto de mira de un acontecimiento puede estar marcado por la estructura de valores que forma el pensamiento del profesional de la pluma y la palabra, y por esto puede ocurrir que sobre un mismo suceso, como es frecuente, se den distintas versiones.
La objetividad en el ejercicio de la comunicación es más fácil de sostener cuando se trata de narrar o describir un hecho, siempre y cuando se le conozca con exactitud y se sea testigo de él. Pero cuando el comunicador agrega juicios de valor a la noticia el terreno se torna resbaladizo, porque entonces el ángulo desde donde se comenta está preñado de las convicciones, a veces profundas, que por demás varían de un individuo a otro.
Con frecuencia el periodista comprometido públicamente con alguna causa, sea ésta religiosa, política o de la que fuere, tiene más credibilidad que algunos que se manifiestan imparciales, pues resulta que el que asume un compromiso es visto como un comunicador que agrega juicios de valor a sus comentarios aferrado a las convicciones que definen su conducta frente a la vida; el confeso imparcial, como no lo es en realidad, está amarrado a un código de valores que trata de ocultar pero que revela en la pasión de sus juicios.
A pesar de lo anterior, y conscientes de ello, hay comunicadores que luchan para vencer la tentación de sucumbir a la ausencia de objetividad, pero como su trabajo es hablar, y hablar mucho, o escribir profusamente, se les salen, de vez en cuando, en las peroratas que fluyen a tropel, los refajos.
Como estudié periodismo inspirado en algunos veteranos comunicadores, entre los que están Víctor Grimaldi, Huchi Lora y los hermanos Herasme Peña, me apenó escuchar del autor de Tintero más o menos esto: “Señor Ottone, lo único bueno que ha hecho este gobierno es invitarlo al país para que nos hable de estas cosas tan interesantes”.
Entrevistaba a Ernesto Ottone, sociólogo chileno, profesor universitario y funcionario de la CEPAL que invitó el Ministerio de Economía y Planificación para hablar en diferentes escenarios sobre la democracia y el desarrollo en América Latina.
Yo pienso que el país no es un paraíso, pero de ahí a lo expresado por el prestigioso comunicador, hay una gran distancia. Con esas palabras la objetividad se descompuso.
Y me apena porque mi profesor no merece perder la credibilidad que se ha ganado en muchos años de trabajo duro y riesgoso, siempre intentando ser objetivo.
Santo Domingo, R.D., viernes, 08 de octubre de 2010
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