jueves, 28 de julio de 2011

Una plácida despedida

ELSA PEÑA NADAL

Susana Morillo, junto a su hijo Héctor Báez, poco antes de su partida...

“Se negaba a retirarse y a soltar el volante, “hasta que un día,-cuenta Héctor Báez, su único hijo y destacado profesional del lente-llega a la casa y me cuenta de esa verja que se le vino encima; en esa ocasión tuvo que aceptar que yo le pusiera chofer”.

Santo Domingo. (Atanay.Com).-Se respiraba paz en su velorio, y aunque en algunos rostros se vieron lagrimas asomadas, al referirse a ella, todos sonreían. Cada quien con una anécdota simpática y más de uno agradecido por sus consejos, sus enseñanzas, y por su ejemplo de una larga y fructífera vida que tuvo como norte su gran fe en Dios y una férrea voluntad y disponibilidad hacia el trabajo.

Susana Morillo no pasaba desapercibida: afable, educadísima, culta y alegre, se convertía en el centro de atracción en cuanto llegaba a cualquiera de las múltiples actividades sociales a las que era invitada. “El día que deje de hacer lo que hago, me muero”, decía, exhibiendo una envidiable vitalidad.

Aferrada a la vida, vivió 94 años. Laboró a partir del 1963 en el periódico Listín Diario con el pseudónimo “Vesta”, y a partir del 2002, tuvo en el periódico Hoy, su esperada columna “Visto y oído”.

Se negaba a retirarse y a soltar el volante, “hasta que un día,-cuenta Héctor Báez, su único hijo y destacado profesional del lente-llega a la casa y me cuenta de esa verja que se le vino encima; en esa ocasión tuvo que aceptar que yo le pusiera chofer”.

Su hermana Yolanda, que reside en Montevideo, Uruguay, la visitaba años atrás con cierta frecuencia; y en ocasiones, la acompañaba a los fam trips. Conservo una foto de ellas dos, y otra de Susana, bailando merengue con el mayor de mis hijos, hoy de 31 años, cuando éste apenas tenía cinco.

Habían sido compañeros de asiento en el autobús que nos transportaba a la inauguración de un hotel en Puerto Plata, y ella disfrutaba hasta las lágrimas los chistes de Condorito que el niño hacia, micrófono en mano, durante el trayecto. Al llegar al lobby del hotel sonaba un pimentoso merengue y Susana lo sacó a bailar: le hicimos una ronda y el “show” fue filmado, fotografiado y aplaudido por los turistas que allí se congregaron.

Si Susy, excelente pianista profesional, veía un piano al llegar al área de la recepción de los hoteles, se sentaba a tocar a los clásicos. Y todos la rodeábamos y nos complacía las peticiones; y hasta allí nos llevaban los tragos de bienvenida. Susy derramó alegría y optimismo; ejerció la caridad en silencio y con humildad. Y en su trabajo, dio cátedra de ética profesional.

“Mi alegría me viene de mi Cristo interno”, me dijo esta “decana de la crónica social”, como fue llamada. La última vez que la vi fue durante la pasada fiesta de navidad ofrecida por Hatuey De Camps en su residencia; estaba sentada en una silla de ruedas y hablamos durante un buen rato, recordando buenos tiempos.

Hoy lucía digna y plácida; dormida en paz. Fue despedida con el amor que prodigó y con el agradecimiento de todos sus amigos y familiares por el gran ser humano que fue en vida. En la crónica social queda un gran vacío, pero también un gran ejemplo de ética y profesionalismo.

¡Descansa en paz, Susy!

Santo Domingo, R.D., jueves, 28 de julio de 2011.

No hay comentarios:

Translate