TONY RAFUL
La piedra filosofal del debate es el interés, no como gravitación fiduciaria sino como medida de la acción, como voluntad política. En su eje transversal la cultura oscila como concepto y praxis de fenómenos humanos que recrean y pautan las creencias y formas de vida de los pueblos. De frente a un proceso electoral que supone el empleo de ingentes esfuerzos, destrabar energías para la materialización de objetivos, la cultura debe ser empuñada como parte del pliego de ofertas que los partidos y candidatos presenten a la nación. Probablemente sea ahora, el marco propicio para desentrañar vicios y limitaciones del proceso cultural, promovido por el Estado. El criterio de Octavio Paz resumiendo en la imagen del “Ogro Filantrópico”, el peligro de la absorción y castración de la creatividad, de la creación incesante en libertad y bajo líneas pluralistas de trabajo, no tiene hoy toda la dimensión que su advertencia sugirió frente al Estado, controles que Orwell testó al futuro del “gran hermano”. Las vigilancias son compartidas por los sectores públicos y privados, el mercado opera con poderes inimaginables en las formulaciones de Adam Smith, inspecciones de alta tecnología predicen los comportamientos y condicionan nuevas patologías bajo moldes post modernos. El Estado ha perdido magnificencia, desde que el neoliberalismo pretendió despojarlo de toda iniciativa de poder y convertirlo en sello gomígrafo de las transacciones burocráticas. Pero subsiste, tambaleado por la ola democrática que alcanza los países árabes y echa por tierra los planteamientos de Samuel Huntington sobre el “choque de civilizaciones”, alterando los cimientos inamovibles del islamismo y convocando por twitter el derecho a la rebelión, minando costumbres y nichos culturales. La vieja Europa desde los “indignados” españoles hasta los suburbios incendiados de Londres, va diseñada en un formato no previsto, donde coliden los más complejos dramas y problemas migratorios y necesidades vitales de existencia, negados por el contrapunteo del Estado de bienestar y por las diversas formas neoliberales de dominación.
Carlos Francisco Elias.
En ese marco, los agentes culturales están compelidos a definir con precisión sus propuestas culturales en un contexto de independencia relativa, que sin prescindir del Estado puedan operar en una visión de ciudadanía susceptible de integrar acciones, que sustente la validación de identidades y múltiples formas de creación de valores en libertad. Las observaciones del reconocido crítico de arte e intelectual, Carlos Francisco Elías, sobre los frentes culturales de los partidos de cara a las elecciones venideras, tienen un sentido previsor, cuya agudeza asumimos como base, para erigir posibles respuestas, que sirvan para pactar unidad alrededor de un programa mínimo cultural.
El pobre sector cultural dominicano no puede escindirse más allá de su propia lógica de supervivencia. Sufre lastimeramente el desdén histórico de una subestimación que lo circunscribe a focos recreativos y a pasatiempos. Pero ese desnivel conceptual sobre el fenómeno cultural, no debe condicionar ni predeterminar una propuesta de futuro. En la capacidad de modificación de lo usual radica el poder trasmutante de la conciencia articulada. Nosotros, los que laboramos bajo los lineamientos del Frente Cultural Prof. Amable Botello, del Partido Revolucionario Dominicano, estamos contestes en las siguientes observaciones de Carlos Fco. Elías: 1ero- Probablemente no haya interés especial de los partidos políticos en el tema cultural, lo cual no significa que no se suscite compromiso en puntos específicos, que auspicien el cumplimiento de tareas pendientes que coadyuven al desarrollo cultural. En ese sentido, se nos ha otorgado la libertad de conformar objetivos y darle sentido a una nueva gestión de compromiso plural, surgido de las discusiones y debates actuales. Debo consignar que el candidato presidencial del PRD, Ing. Hipólito Mejía, ha sido taxativo en el endosamiento de los requerimientos y urgencias culturales en un posible mandato suyo de poder, por el cual suscribimos las nuevas esperanzas. 2do. No pretendemos validar gestiones pasadas. Tenemos el criterio de que una nueva gestión cultural tiene que negar cualitativamente las dos gestiones, tanto la que encabezamos, como la actual, para dar paso a formas nuevas y actuales de cambios y transformación del modelo cultural. Ninguna administración puede juzgarse en términos absolutos de calificación, por lo que entendemos, que hubo logros importantes dentro de la precariedad de la primera gestión apenas sustentada por un presupuesto mínimo, aprestos de una vocación de profundidad y estructuración de ideas. La necesidad de rechazar la política cultural predominante de eventos, no significa anular sus realizaciones sino encauzar sus acciones, sustraerle su pomposidad inútil y reproducir formas activas y funcionales de estímulo cultural sin interferir ni mediatizar su esencia libertaria. 3ero- Revisaremos la Ley 41-00 que creó la Secretaría de Estado de Cultura, actualizándola, sometiéndola a exhaustiva y rigurosa consulta democrática, una y otra vez, aunque tengamos que peregrinar al Congreso Nacional, hasta llevarla a convertirse en un real instrumento de sustentación referencial de las manifestaciones de la cultura en sus distintas áreas.
Carlos Francisco Elías, intelectual no sumiso, independiente, amigo mío, ha sugerido ideas, muchas de las cuales compartimos. En ese horizonte crítico radica el porvenir de un proceso cultural, que requiere la creación de conciencia libre y el privilegio de las coincidencias, en la lucha por adecentar este país en los tramos coyunturales de la lucha política.
Santo Domingo, R.D., martes, 16 de agosto de 2011.
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