sábado, 13 de agosto de 2011

Como aquella carreta



EULALIO ALMONTE-RUBIERA

El relato de la “carreta vacía” ha recorrido la tierra de un confín a otro, y de su firma solo se conoce que es de autor desconocido.

En una ocasión anterior, hace ya algunos años, cité el relato para ilustrar una situación que se daba en el escenario político del momento.

Ni la carreta ni la situación parecen haber cambiado de rumbo, y solo percibimos el ruido que ahoga el canto de los pájaros del campo, y el clamor de equidad de todo un pueblo.

¿Qué refiere el pasaje a que hago referencia? No tengo dudas de que usted lo conoce, pero que hay otros que por lo menos sentirían curiosidad por leerlo y/o escucharlo. A estos últimos les entrego este pequeño pasaje de la literatura. Veamos.

La carreta vacía

«Caminaba despacio con mi padre, cuando él se detuvo en una curva y, después de un pequeño silencio, me preguntó: 

“Además del canto de los pájaros, ¿escuchas alguna cosa más?”. 

Agucé el oído y le respondí: “Oigo el ruido de una carreta”. 

“Eso es —dijo mi padre—, una carreta, pero una carreta vacía”. 

Pregunté a mi padre: “¿Cómo sabes que está vacía, si aún no la hemos visto?”. 

»Entonces mi padre respondió: “Es muy fácil saber cuándo una carreta está vacía, por el ruido. Cuanto más vacía va la carreta, mayor es el ruido que hace”. 

»Me convertí en adulto, y ahora, cuando veo a una persona hablando demasiado, interrumpiendo la conversación, siendo inoportuna o arrogante, presumiendo de lo que tiene o de lo que es, mostrándose prepotente o menospreciando a los demás, tengo la impresión de oír de nuevo la voz de mi padre diciendo: "Cuanto más vacía va la carreta, mayor es el ruido que hace". La humildad hace callar a nuestras virtudes y permite a los demás descubrirlas, y nadie está más vacío que quien está lleno de sí mismo.»

Fin del relato, y mi respuesta a su inquietud del por qué de volverlo a citar.

Que dicen estos rostros..?

Con fanfarrias y trompetas, las huestes mediáticas palaciegas hicieron conocer que el presidente de la Republica, Leonel Fernández, iría a los barrios populares a sostener un diálogo abierto con la gente que los habita. Y se hizo el montaje, pero con actores escogidos, dispuestos a llenar de ruidos los oídos del país, de aquel país que imaginan habitado por borregos.

Montado en sus coches de última generación, pero como aquella carreta igualmente de ruidosos, el presidente Fernández hizo su entrada y subió al escenario, y la gente de Gualey, como tantos otros, quedó a la espera de escuchar de labios del líder morado la oración de perdón que elevan los arrepentidos de pecar por  comisión u omisión, pero solo regresó a reiterar promesas no cumplidas… llegó, como la carreta, con el pensamiento y las manos vacías, porque nada puede dar quien nada tiene.

Santo Domingo, R.D., viernes, 12 de agosto de 2011.

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