TEÓFILO QUICO TABAR
Como los funcionarios del gobierno ya no tienen argumentos para hacerle frente al descontento generalizado en la población, estárecurriendo nuevamente a sus viejos métodos de arreglar números y acomodar situaciones macroeconómicas, tratando de echarles la culpa de sus errores a otros; pero como los lanzadores explotados, con esos lanzamientos no ponchan a nadie.
No importa cuantos alegatos distorsionados del pasado pretendan hacer, ni cuantas fantasías inventen. Ya el pueblo sabe quienes son los verdaderos responsables de la situación de deterioro en el manejo de la cosa pública. Los que prometieron y prometieron, discurso tras discurso, que todo estaría solucionado en poco tiempo.
El pueblo está sintiendo en carne propia lo que ocurre en sus hogares, en los centros de trabajo, en las escuelas, hospitales, en las calles. Pero igualmente conoce los precios de las cosas que consume o utiliza, ya sea combustibles, comida, ropa, transporte o electricidad.
Un gobierno puede tener éxito al hablar de crecimiento económico, cuando la gente siente la bonanza. Cuando quincenalmente o a final de mes recibe más dinero. Cuando al pagar o comprar nota que las cosas están más baratas y el dinero les rinde más; pero la realidad del encarecimiento choca con los discursos políticos de quienes están despertado del sueño de su abundancia personal, sin percatarse de que han llevado la gente a la miseria.
Al gobierno le está ocurriendo como a quienes se van de parranda y llegan a sus casas tarde y con tufo, pretendiendo culpar al bodeguero, al dueño del negocio o a sus amigos, sin tener la sinceridad o la valentía de decir la verdad, admitir sus culpas y prometer que van a reflexionar y corregir sus errores.
Al principio, es posible que las familias les soporten y hasta les crean los cuentos; pero cuando continúan llegando tarde y pasados de tragos dos o tres veces por semana, y peor aún todos los días, y además con los bolsillos vacíos, ni les creen los cuentos ni mucho menos tienen esperanzas de que van a cambiar.
Lo mismo sucede con el gobierno. Cuando hace ya dos períodos retornaron y hablaban de progreso, crecimiento y bonanzas, una buena parte del pueblo les creyó o tuvo alguna esperanza; pero al cabo del tiempo, sintiendo los efectos negativos de la situación de pobreza, encarecimiento, violencia, corrupción y podredumbre en medio de apagones, pretenden que les sigan creyendo, pero ese discurso ya no convence. No solo olvidaron sus promesas, sino que el anterior fue su propio gobierno.
El que prometió villas y castillos. El que se presentó como la panacea frente al hambre, desempleo y corrupción; sin embargo, la realidad que vive el país es la peor y ha enseñado al pueblo a distinguir entre realidades, promesas y fábulas.
Cuando el gobierno y sus funcionarios anunciaban cosas bonitas y utilizaban las tradicionales argucias de culpar al antecesor, confundieron a muchos; pero eso, ya se acabó.
Santo Domingo, R.D., jueves, 04 de agosto de 2011.
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