viernes, 5 de agosto de 2011

¿Es internet un río Leteo?

EL CORRER DE LOS DÍAS//
MARCIO VELOZ MAGGIOLO

Según la mitología griega el río Leteo era el que los dioses habían creado para aquel que quisiera borrar su memoria. En la filosofía griega la voluntad era el valor más apreciable, porque tenerla y usarla, aun con la ayuda de los demás, significaba poseer la mejor de las condiciones humanas y por tanto, liberarse de la memoria y con ella del pasado. El filósofo Sócrates es el modelo mayor de suicidio planificado filosóficamente.

Yo diría que si hubiese elegido el Leteo, arrepentido de lo pensado y perdida su memoria, no hubiera existido sino como un señor de barbas que un día decidió no pensar más. Pero quizá no contaba con otra memoria como la de su discípulo Platón al que cometiendo un error dejó toda su memoria y pensamiento escribiendo éste todo cuanto pudo salvar.

Zarathustra. 

Supongo como imaginador que aquellos que arrepentidos de haber entrado al Leteo salían o escapaban del mismo, si ello hubiese sido posible, algo habían perdido de esa memoria de la que en principio huían y que con su media memoria fracturada a cuestas podrían angustiosamente tener una nueva vida de incoherente memoria a medias.

Pero en una manera de pensar más cercana a Dostoievski que a Esquilo pienso que al río Leteo iban los que perturbados por el pasado, preferían dejarlo en manos de quienes también lo conocían, de modo tal que aunque las aguas del Leteo borraran los sucesos, sus coterráneos siguieran siendo dueños de lo que se ha llamado de la “memoria transitoria” que no es otra que aquella que sin pertenecernos, vive en nosotros.

Representacion: Los muertos bebiendo las aguas del río Letheo-Kennington.

Bañarse en aguas del Leteo eliminaba de las mentes el pasado, solo que la eliminación de ese pasado en la vida personal no se producía en la paralela memoria cotidiana de los que conocían al “memorante”. Existía, pues, el peligro de que alguien viniese con tu pasado al hombro y tratase de recordártelo con alguna acción nada explicable para ti, como pudiera haber sido una venganza, un recuerdo hiriente o una historia sin marca en tu vida actual.

Tu angustia dejada con tu memoria en las aguas, no era ya sino anécdota manejada por un conviviente de memoria completa, donde habitaban hechos que una vez recordabas completamente, y que tiene ahora hay huecos que no deseas llenar. Cuando retornas del Leteo te asombras de lo que de ti dicen los demás.

Socrates. 

Se renuncia al pasado borrándolo en el Leteo, cuando ya la memoria se ha convertido en una especie de autotortura o bien cuando ya, vencida y olvidada en sí misma, no sirve mucho y es mejor bañarse en el Leteo que tomar pastillas para el mal de Alzheimer. En este caso el pasado no es vicario, como en aquel pasado que nutre nuestras literaturas y que es enriquecido o bien empobrecido por los artistas.

Todo hombre es su pasado y su voluntad en transformación, por tales razones las aguas del Leteo eran propicias para un húmedo y sacramental “suicidio de la memoria”. La resurrección de la misma no está apuntada en la mitología helénica, pero como una contrapartida para la recuperación de la memoria perdida debió existir un oráculo capaz de informar dónde estaba el río con nombre secreto, un rio antileteo en el cual la memoria podría ser recuperable. Pero esa solución no hubiera estado con los rubros y parámetros de la tragedia. Cuando Zaratustra conversaba con su sombra, especie de memoria que le seguía a todas partes señalaba que pese a cualquier tropiezo, era eterna. La memoria que se considera obnubilada, lo mismo que la sombra que propone Nietzsche, no nos abandona.

Si los suicidas del cuerpo y la carne se hubiesen bañado en el Leteo, solo su memoria habría escapado, pero no las culpabilidades que las memorias ajenas conservaban o bien las bondades de una vida sin máculas que fueron parte de nuestra biografía.

Hace unos días estudiaba un artículo de prensa publicado por la BBC de Londres, en el cual se utiliza un concepto inquietante sobre la memoria.

Apuntaba que la memoria transitoria puede estar ahora formando parte de los que usando las sapiencias o datos que el otro aporta, da cabida en su memoria a los mismos sin pensar en el destino de éstos.

Se produce un tipo de memoria pasajera, transitoria que sólo es útil en algunos momentos. Por ejemplo, y es solo un modelo: los matrimonios que se manejan dentro de datos propiciados por Internet, sin darse cuenta, pueden estar utilizando memorias consolidadas en las líneas de los programas de Internet, acopiando informaciones que luego, también sorpresivamente, serán utilizadas casi como un préstamo transitorio porque no han sido vividas sino captadas, usadas y vueltas a su lugar de origen.

Pero siempre la memoria como una sombra o una subsombra, es decir efluvio de la sombra mayor, nos persigue.

Valdría preguntarle a Zaratustra. La sola pregunta lleva a la transitoriedad de la memoria, a la “memoria transitoria”, por ser a veces un componente, desechable e inútil luego.

El complejo uso de la “memoria transitoria”, la memoria del otro que es sólo pragmática, se hace realidad a veces en la memoria vicaria, la que olvidada vive en nosotros (y estudiara por vez primera Freud), y despierta cuando otro toca un recuerdo que se agiganta y crece estimulado por el recuerdo ajeno. No es por tanto una gran novedad el haber descubierto la memoria transitoria en los medios electrónicos.

Bruno Rosario Candelier. 

Ya había sido tocada por Bruno Rosario Candelier y por quien esto escribe señalando su propiedad de desencadenar los recuerdos de otros en un momento simultáneo en el cual el otro transfiere su pasado ligado al del estimulador, y lo completa.

Pero surge una pregunta inquietante: ¿Será la memoria transitoria un nuevo elemento para olvidar nuestra memoria natural confiando en la del otro o diciendo que prefiere ir a Internet para saber lo no sabido o lo no recordado? ¿Será la memoria internética un atentado contra la cultura? Al depositar nuestra memoria e Internet y dejarla allí para un uso posterior justificamos el Leteo.

El hablante, el dialogante completa la memoria del otro para luego utilizarla “en caso necesario”. ¿Se podría decir que existen memorias provisionales? ¿Hace el “usuario” esto solo por desgana, o porque cede su memoria y la conserva utilitariamente?, ¿o bien porque el otro es “su archivo de la confianza”? Volver al archivo electrónico, Leteo de nuestros días, es como ir al viejo río griego a buscar lo olvidado.

Hemos en parte progresado. Pero también arriesgarse a que un apagón nada cultural arruine nuestro pensamiento y parte de nuestro pasado. Leteo viaja por el espacio, y no sabemos dónde se detienen sus aguas.

Santo Domingo, R.D., viernes, 05 de agosto de 2011.

http://listindiario.com.do/puntos-de-vista/2011/8/4/198528/Es-internet-un-rio-Leteo

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