RAFAEL PERALTA ROMERO
Muchos dirigentes del PLD, sobre todo los que se aferraron a la idea de la continuidad del presidente Leonel Fernández, a contrapelo de la Constitución, comienzan a dar muestras de disciplina partidaria con el tímido apoyo al candidato presidencial, Danilo Medina, a quien algunos de ellos no asimilan.
La desidia va en dos direcciones: Medina no siente gran entusiasmo por echarse encima un gobierno desacreditado y rechazado por el 63.2 por ciento de la población, pero los leonelistas no se sienten a gusto con un hombre capaz de disentir de una figura que está por encima de todo, y además se atreve a proclamar que “corregirá lo que está mal”.
El acto de proclamación de Medina se caracterizó por la buena organización. Todo estuvo pautado por un libreto, los abrazos –dicen que cinco- entre Fernández y Medina se discutieron y acordaron previamente para evitar el sombrío cuadro exhibido en actos anteriores. Medina necesita a Fernández y se sometió al libreto.
Pero su discurso contiene amagos de diferenciarse del actual gobernante por el rechazo que se observa en el pueblo hacia éste. Pero esas tentativas eran sofrenadas por el razonamiento, planteado por sus estrategas, acerca de la conveniencia de contar con el respaldo de quien maneja pródigamente los recursos del Estado.
Medina promete gobernar con su propio estilo. Se compromete a invertir en la educación, disminuir la pobreza y castigar la corrupción. Así se está diferenciando de Fernández, para quien estas tres acciones no tienen importancia alguna. Declaró tener un látigo para los corruptos y era como para que cada miembro del comité central le tocara con el codo al que le quedaba al lado.
La alegoría del látigo recuerda al doctor Viriato Fiallo, que en 1962 tenía un látigo para los trujillistas. El profesor Juan Bosch, candidato entonces del PRD, le ganó las elecciones. Los gestos, el discurso, los aplausos quieren inyectar entusiasmo a la candidatura de Medina. Y él descalifica a los adversarios porque según dijo: “Creen que con palabras fáciles y vacías pueden manejar nuestro barco en la tormenta”.
Medina quiere diferenciarse de Fernández, pero lo llama líder, lo abraza y quiere continuar y mejorar su obra de gobierno. Danilo y los incondicionales del Presidente asisten a un matrimonio por conveniencia. El 61.6 por ciento de la población cree que en este gobierno hay más corruptos que nunca. Es una carga pesada para cualquier candidato.
Hay una adivinanza que dice: “Para bailar me pongo la capa/ para bailar me la vuelvo a quitar/ que no puedo bailar con la capa/ y sin la capa no puedo bailar”. Respuesta: el trompo. Fernández y su gobierno son la capa, Danilo es el trompo.
Santo Domingo, R.D., sábado, 10 de septiembre de 2011.
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