Leo Hernández
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El planteamiento de que en el país está amenazada la libertad de expresión es, en realidad, un señalamiento temerario y exagerado. Habría que vivir fuera de las fronteras nacionales y estar desubicado de la realidad nacional para achacarle un sanbenito así al gobierno del presidente Leonel Fernández. Ahora resulta y viene a ser que, dependiendo el cristal con que se vea, hay o no libertad de prensa y/o de expresión en el país. Y en medio de ese escarceo, resurgen otra vez los envidiosos, generacionales o no, del presidente Fernández, que no le perdonan al flacucho aquel de Villa Juana, que en vez de medrar como uno más del montón se dedicó a tirar páginas para la izquierda y miren donde está.
Esos adversarios patológicos de El Príncipe se resisten a aceptar la realidad de que él los ha dejado atrás, social, política y personalmente, y no pueden obviar sus resentimientos. De ahí, que quieran ligar situaciones distantes, como el asesinato de José Silvestre con iniciativas y contradicciones de carácter privado, como el match Euclides-Nuria, para sacar su conclusión, muy selectiva e infeliz, de que aquí no hay garantías para el ejercicio periodístico. Apunten para otro lado…
Siempre con hiel
De esos que resienten y envidian los éxitos políticos y personales del presidente Fernández hay unos cuantos que no pueden ocultar la hiel en sus sentimientos ni siquiera cuando escriben artículos o “análisis” periodísticos. Para ellos, todo cuanto hace o plantea el jefe del Estado está mal, tiene intenciones ocultas o procura hacer daño. No es que creamos que todo está bien, pero hay que ser objetivos y realistas, algo que la veteranía de estos antileonelistas patológicos debieran entenden y asimilar. Además, en ocasiones los ve usted predicando la moral en calzoncillos, planteando un discurso ético en la tv y/o en sus “análisis”, y beneficiándose ellos y/o los suyos del ordeño de la teta nacional. ¡Qué buuueeenooo. ¿Eeeh..?
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