César Pérez
lagarita@claro.net.do
La permisividad, la
memoria selectiva para olvidar hechos y/o responsabilidades, son partes
constitutivas del llamado pesimismo dominicano. Coyunturas como el
presente proceso electoral tienden a potenciar esos vicios, a los cuales
se les agrega una irracionalidad e inconsistencia que impiden recordar
debates y hechos recién pasados, donde se advertían los peligros que se
ciernen sobre la sociedad dominicana.
Por esa
inconsistencia algunos “olvidan” el documento que hace poco publicó un
grupo de comunicadores, donde decían que “hace tiempo que no se sufría
un clima de tantas presiones, recriminaciones y calumnias contra
comunicadores sociales, especialmente los que participan más activamente
de las denuncias de las lacras que, como la corrupción y el
narcotráfico, corroen las entrañas de la sociedad dominicana”.
Por esa memoria
selectiva, se “olvida” que según esos comunicadores, “altos
funcionarios, encabezados por el director de prensa del gobierno, y
dirigentes políticos, se han empeñado en estigmatizar la disensión y las
denuncias de malversación y corrupción, argumentando que se trata de un
“plan mediático”, intimidando a profesionales, directores y
propietarios de medios de comunicación”. Tampoco “recuerdan” la amenaza
de llevar a los tribunales a varios comunicadores, como Nuria Piera
Alicia Ortega, por sus bien documentadas denuncias.
Soslayan, que
muchos periodistas (algunos dicen que la mayoría) trabajan en los
principales medios del país, percibiendo un salario del Gobierno para
filtrar o distorsionar las informaciones o hechos que puedan afectar la
imagen de ese gobierno de sus funcionarios.
Ningún sistema
político es sustancialmente democrático si no tiene un sistema de
información libre, sin ataduras con el poder de turno, si existe un
control de las instancias que sirven de contrapeso a ese al poder, si
elimina la función opositora de los partidos o peor aún, si pretende
destruir aquellos que pueden tener la capacidad de disputarle ese poder,
como sugiere la alianza fáctica del actual grupo en el poder con la
facción del presidente y Caballo de Troya del PRD.
Es ostensible la
existencia de esa alianza fáctica, esta tiene un jugoso precio económico
que se le está pagando al jefe de esa facción y no hace falta mucha
inteligencia para darnos cuenta que la misma tiene un doble objetivo: en
lo inmediato, provocar la derrota del candidato de ese partido,
Hipólito Mejía y después una crisis mayúscula de esa colectividad,
mediante esa pretendida derrota electoral.
Estos elementos son
indicadores de una concepción de poder grupal/corporativo, mantenido a
través de formalidades legales y constitucionales. Que presiona,
chantajea o compra todo tipo de voluntades a través de medios
formalmente legales, como los bonos gas/luz, las dadivas, la compra de
congresistas legalmente elegidos y que mantiene una dictadura de su
mayoría congresual.
Con la candidatura
de Danilo Medina se quiere mantener la continuidad de esa concepción de
poder y de corrupción para una acumulación originaria de capital de los
principales dirigentes del partido oficial, que amenaza de muerte el
libre ejercicio de las actividades económicas y políticas en el país. La
única fuerza con reales posibilidades de detener es peligro es el PRD,
eso implica apostar a esa posibilidad sin mojigatería, uniendo
voluntades con una autoridad política y ética que pueda condicionar los
alcances de su eventual triunfo.
Podría parecer
ilusorio pretender condicionar un eventual gobierno del PRD, pero ese
condicionamiento no está sujeto a la mera voluntad de quienes integran
el movimiento de personalidades del sector intelectual, empresarial y
comunitario, sino de la capacidad de estos de generar en sectores
políticos, organizados o no, en sectores empresariales y en la sociedad
civil toda, una fuerza capaz de enfrentar el actual proceso de deterioro
de la vida política y social de este país.
Eso significa la
disposición de enfrentar un eventual gobierno del PRD, si no da reales
muestras de comprometerse con medidas que vayan en contra de la
corrupción que campea en todas las esferas de las instituciones del
Estado, en la judicatura, en el Congreso y su barrilito, los cuerpos
policiales y militares y en los ayuntamientos (blancos y morados), con
sus nominillas y mafias que se lucran a través de compañías creadas por
algunos de sus funcionarios, elegidos o administrativos, para realizar
servicios municipales, etc.
No se trata pues,
de simplemente detener el continuismo peledeísta, de lo que se trata es
crear un nuevo contexto para la acción política, tendente a construir un
clima político que invierta la actual tendencia hacia el deterioro, un
proceso en que no puede excluirse a sectores del PRD, del propio PLD y
de la izquierda con sentido de la política.
Santo Domingo, R.D., martes, 27 de marzo de 2012.
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