El presidente Danilo Medina se ha convertido, como dicen en mi campo cibaeño, “en el banquito de picar carne”.
Sus críticos, agrupados como comentaristas, periodistas y otros escribidores, dedican dos párrafos a elogiar sus buenas intenciones para favorecer a los más necesitados, pero dedican ocho a señalar que está “atado de manos” por la situación económica que encontró tras las pasadas elecciones, diciendo, además, porque no puede tomar medidas de envergadura supuestamente porque el ex presidente Leonel Fernández “reina detrás del trono”.
Esos críticos no toman en cuenta que el nuevo presidente tiene apenas menos de dos semanas en el cargo, tiempo durante el cual ni siquiera con una varita mágica podría resolver los múltiples problemas de la República Dominicana, representados por la corrupción, la delincuencia, el narcotráfico, la falta de una educación de calidad, el desorden en sentido general y la degeneración moral, producto de división familiar y del mal ejemplo que tradicionalmente han dado nuestros políticos en el ejercicio de la función pública.
Las críticas al licenciado Medina se centran en que ha nombrado a numerosos funcionarios que sirvieron al ahora ex presidente Leonel Fernández, tildándolos de corruptos. Esto puede ser o no cierto, pero hasta ahora nadie se ha atrevido personalmente a acusarlos ante un tribunal, como sería lo apropiado, a excepción de la Alianza Dominicana contra la Corrupción (ADOCCO).
Nadie ha analizado, con sangre fría y los pies en la tierra, que el licenciado Medina llegó al Poder con la ayuda no solamente de Leonel Fernández, sino también con la de los funcionarios ratificados, que forman parte del Comité Central o del Comité Político de su Partido de la Liberación Dominicana. Esa es una realidad, aunque a muchos les sepa a retama o les amargue la vida.
Hay pequeños detalles que me gustan de este nuevo presidente, como otros que valorizan la gestión de Leonel Fernández.
Son varios, pero basta citar la prohibición de que los funcionarios públicos utilicen tarjetas de crédito para gastos personales con cargo al Estado; la restricción en el uso y distribución de combustibles; la advertencia de que no deben aceptar dádivas de persona alguna, que siempre suele ser reciprocada con favores a los donantes; la evaluación para fines de venta de todos aquellos vehículos de lujo asignado a los anteriores funcionarios; la designación de un Procurador General de la República caracterizado por su firmeza y honestidad; la prohibición del uso de fotografías del presidente en las oficinas públicas, negocito que hizo ricos a algunos avivatos; y paro de contar.
La rápida reacción del presidente Medina frente a los severos daños puentes, carreteras, viviendas, caminos vecinales y edificios públicos tras el paso de la tormenta Isaac, para buscar soluciones inmediatas, como se están produciendo, es algo que no solamente se enmarca dentro de sus deberes como gobernante, sino también en su sensibilidad como hombre que trata de dar todo lo mejor de sí a favor de los menos pudientes de nuestra población.
En vista de que en nuestro país hay muchas bocinas opositoras que hablan de “las bocinas oficialistas”, entre las cuales podrían incluirme, debo decir que jamás en mi vida he visto personalmente al licenciado Medina, como tampoco aspiro algún cargo en su administración, pues a mi edad de 70 años cumplidos y con los achaques propios de la misma, no podría desempeñarme con la eficiencia que necesita la República Dominicana por parte de sus funcionarios.
Gracias a Dios y a una modesta pensión que me otorgó Leonel Fernández en reconocimiento a mis 50 años en el ejercicio periodístico, me basta para no pasar hambre junto a mi familia.
Un consejo final al licenciado Medina: mantenga su silencio frente a quienes quieren que usted sea el “banquito de picar carne”. Eso forma parte de la política y de la libertad de expresión que a base de muchos sacrificios nos hemos ganado los dominicanos, y que usted se ha comprometido a respetar, para honra personal y de su gobierno.
Santo Domingo, R.D., jueves, 30 de agosto de 2012.
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