jueves, 27 de septiembre de 2012

Desde 1892, la cultura en el desastre


  
IGNACIO NOVA

El título parafrasea a uno de nuestros grandes. Especialmente a César Nicolás Penson.

Junto a José Pantaleón Castillo, cumplía la encomienda de realizar un inventario de la poesía en Santo Domingo por encargo del Ministerio de Justicia e Instrucción Pública, como miembros de una comisión integrada por sus acompañantes Federico Henríquez y Carvajal, Salomé Ureña de Henríquez y Francisco Gregorio Billini. El Ministerio de Justicia e Instrucción Pública, a su vez, debía remitir a la Real Academia de la Lengua Española, en ocasión del cuarto centenario del descubrimiento de América, un inventario y valoración de la producción literaria vernácula. El texto conformó la emblemática antología “Reseña histórico-crítica de la poesía en Santo Domingo”, recibida el 21 de febrero de 1892 por las embajada española en la Santo Domingo como contribución dominicana a la “Antología de poetas hispanoamericanos”, compilada por Marcelino Menéndez y Pelayo.

Obviamente que la selección fue de la comisión. El texto, de César Nicolás Penson y José Pantaleón Castillo.

Cesar Nicolas Penson y Tejera.

Como ninguno de los otros compiladores, ellos lamentan la frustración con que las artes y las letras nacionales inauguraron su período contemporáneo: “Estos primeros diez y siete años (1844-61, I. N.), que fueron de luchas, desbarajuste, ensayos y caídas, no podían menos de ser angustiosos para las letras, a las cuales aquejaban además la escases de medios, la falta de arte y conocimiento” (p. 24).

Señalaron, sin dobleces, una de las razones: “Había una sola imprenta que era propiedad del Estado en que se publicaban periódicos políticos (o pseudos-políticos) y literarios entremezclados de asuntos generales”.

Salome Ureña de Henríquez.

Lo interesante es que ellos exponen y documentan que la sociedad dominicana continuaba el ejemplo de Duarte. Dice el autor que entonces “se fundaron Sociedades Literarias y dramáticas, la cual fue la de ´Amantes de las Letrasª que estableció el único teatro que existe en esta Ciudad, en la iglesia del ex convento de jesuitas; y, en suma, la juventud se hacía de libros y se instruía medianamente”.

Caracterizando el período afirman los autores que “La poesía de la primera época del período contemporáneo es, en lo general, de imitación romántica, pues la República nació en pleno romanticismo”.

Deseo poner en vigencia el término “imitación”. Y entender por “poesía” todo el arte, la cultura.

Allí donde el autor encuentra méritos insoslayables como “Eflorescencia de sentimientos, y rico caudal de poesía y originalidad, en unos géneros más que en otros”, también registra, lamentablemente, el “extravío de la imaginación y desorden de principios y métodos artísticos”. Lo que lo hace concluir: “mezcla bizarra de aciertos y desvaríos” (p. 27).

Francisco Gregorio Billini.

César Nicolás Penson y José Pantaleón Castillo son los primeros en señalar el camino penoso de la participación gubernamental en la cultura.

Afirman que “Los gérmenes de la verdadera poesía, fecundados por la inspiración nueva de una generación emancipada  (Ö) ahí quedaron para mejores días”.

Señala el fracaso oficial en el sector: “I como por desgracia, no sucedió, según era de esperarse, que un gobierno ilustrado y paternal que debía surgir de la popular Junta Gubernativa instalada en la puerta del Conde, rigiese los destinos de la Patria; sino que se inauguró el despotismo soldadesco, con su reata de suspicaces recelos y persecuciones; de ahí que no pudiera organizarse la instrucción pública ni hallasen campo ni objeto las artes y las letras para sus espontáneos vuelos”.

De manera que el autor, a pesar de inventariar sociedades literarias, surgimiento de periódicos, enumerar conferencias pronunciadas y escuelas establecidas no deja de lamentarse: “En cuanto a géneros literarios, debemos confesar que somos aún bastante pobres” (p. 33).

Francisco Henriquez y Carvajal.

Aparte de la desidia oficial y el estado inicial del desarrollo local, explica las razones del escaso desarrollo cultural en lo que sufren intelectuales y artistas desde entonces a hoy: “los rudos embates de la suerte”. Estos impedían a los artistas “desarrollar sus grandes recursos intelectuales, cuando hubiera(n) podido alcanzar no escasos triunfos”.

Desde la Primera República el ideal del gobierno mecenas no hace más que acumular frustraciones en los idílicos poetas que, finalmente, bajo la beocia perdieron la voz de la grandeza y la belleza.

Los autores no abandonan la esperanza y presentan un saldo positivo, una perspectiva positiva: “Otras épocas vendrán de renacimiento literario fecundo, cuando la República logre alcanzar días más bonancibles, la instrucción pública se difunda y cobren las letras la importancia y el esplendor que requieren. Mientras tanto, ya tiene elementos bastantes, poetas dignos de tal nombre, y  echadas las bases de su literatura propia” (p. 36).

Desde entonces el país ha obtenido todo eso. El resultado, sin embargo, ¿es halagüeño?

Santo Domingo, R.D., jueves, 27 de septiembre de 2012.

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