martes, 4 de septiembre de 2012

¿Es que vamos a seguir perdiendo?


TONY RAFUL

La democracia es alternancia. La regla de oro del sistema democrático de representación es la posibilidad consagrada del cambio. Un partido puede ganar elecciones por varios períodos pero no debe gobernar de manera permanente un país. Cuando en una nación el sistema de partido se deteriora en tal forma que se hace imposible desplazar de la dirección del Estado a una organización política, se produce lo que algunos politólogos denominan dictadura de un partido.

En México, después de la revolución de 1910 y en transito democrático de ejercicio del poder, el Partido Revolucionario Institucional, gobernó de manera indefinida reeligiéndose como partido, gracias a los recursos inmensos del poder político y a la incapacidad e insuficiencia opositora. Mario Vargas Llosa llamó “la dictadura perfecta” al predominio absoluto del PRI mexicano. Pero la responsabilidad mayor no necesariamente es del partido que se reelige sino del que pierde una y otra vez. ¿Por qué pierde? Porque carece de visión política, de prudencia, de suficiente unidad motora, porque su liderazgo decrece y porque no tiene espíritu de cuerpo. El Partido Reformista y el Presidente Balaguer se reelegían cada cuatro años contra viento y marea. Ese fenómeno reeleccionista pudo ser detenido cuando el PRD cambió de táctica política, cuando aceptó el reto de participar en elecciones a contrapelo de todas las maniobras fraudulentas conocidas y representó una modalidad de cambio sustentada en ofertas viables, en una visión programática superior a los que detentaban el gobierno.

Uno delos errores garrafales ha sido combatir los gobiernos del Partido de la Liberación Dominicana, sin diferenciarse en lo esencial ni creando un alternativa social integradora. Segmentos electorales importantes sobre todo de clase media tienen ojeriza al PRD por cuanto se han sentido defraudados de sus gestiones de gobierno, entre otras cosas por los espectáculos de división, grupismo y manejo inadecuado de las políticas económicas, sin afinidad con las ideas centrales de la ideología social demócrata. Los que gobiernan tienen sin dudas los mismos problemas pero no lo publicitan ni los asumen como tareas de diferenciación partidaria, tienen una solidaridad de sobrevivencia que ha dado resultados. En el PRD no tuvimos desgraciadamente una designación del liderazgo sucesoral después de la muerte de José Francisco Peña Gómez, como lo tuvo el PLD, con Leonel Fernández después de Juan Bosch. El diputado Cristian Paredes, quien acaba de dimitir del PRD, ha señalado que lo hace porque está harto de las luchas internas. Aunque el argumento parece superficial y puede esconder otros motivos, no carece de fuerza convincente. Miles de militantes y simpatizantes están hartos de la lucha interna y no le ven a los conflictos solución en lo inmediato.

Nadie puede vivir peleando consigo mismo todo el tiempo sin cosechar la destrucción de su propio organismo. Una cosa son las naturales y necesarias contradicciones que se desarrollan en los enfoques y análisis de perspectivas, y otra es la acérrima voluntad autodestructiva, la anomalía de preferir que el partido se hunda antes que permitir la principalía de un sector adverso. Si hubiese razones ideológicas, uno entendería los apegos y la firmeza de los enfrentamientos, pero salvo en 1973, cuando las diferencias en el PRD involucraron algunos asuntos de principio y provocaron la fatal división entre Bosch y Peña Gómez, no he visto en toda mi vida que me he pasado en este partido desde los 19 años de edad, nada que obligue o apuntale el tipo de agrietamiento que ha vivido la organización de manera casi permanente.

Hipólito Mejia / Miguel Vargas.

Ninguna diferencia ha sido importante y por lo general se resume a luchas y ambiciones individuales que arrastran a los militantes, provocando el distanciamiento con la masa de votantes. El PRD es un partido de fuerte arraigo emocional en la población, porque la lucha por la democracia y la libertad ha estado dirigida por sus líderes fundacionales (Bosch, Peña Gómez). Un partido de mística no de conciencia, pero la mística es un activo poderoso de atracción y fidelidad, por ello el perredeísmo se transmite en la sangre, de generaciones en generaciones. Pero no basta la mística para gobernar, se necesita la organización de las ideas, la concreción del pensamiento, la capacidad de comprensión de una sociedad y sus requerimientos actuales, acogotada como se encuentra en medio de una crisis de valores y de sueños.

Santo Domingo, R.D., martes, 04 de septiembre de 2012.

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