Editorial EL NACIONAL
El derrocamiento del Gobierno constitucional del profesor Juan Bosch, del que hoy se cumplen 49 años, constituye un episodio oscuro de la historia contemporánea dominicana que significó más sangre, lágrimas y frustración para una población que recién se había liberado de una tiranía sin ejemplo que la subyugó por más de tres décadas.
La brusca interrupción de ese primer experimento democrático fue causa directa de la guerra civil y posterior invasión militar de Estados Unidos, en 1965 y del no menos aciago periodo de represión y crímenes políticos que se prolongó por otros 12 años.
Ninguna justificación tuvo ese golpe de Estado contra un Gobierno y un presidente elegidos de manera libérrima en elecciones celebradas el 20 de diciembre de 1962, en las que el profesor Bosch y el Partido Revolucionario (PRD) obtuvieron más del 60 por ciento de los sufragios. El fantasma del comunismo no pudo ser peor excusa para perpetrar tal crimen contra una naciente democracia.
Una poderosa oligarquía, asociada al alto clero y a un inexpugnable liderazgo político conservador que sólo procuraba sustituir al tirano sin abrir compuertas a las libertades públicas y a la democracia plena, malogró el anhelo de todo un pueblo de poder construir su propio futuro bajo la sombrilla de una Constitución política liberal.
Aunque Bosch cumplió su promesa de que en su Gobierno, de apenas siete meses, no perecería la libertad, el triunvirato instalado en el Poder tras su derrocamiento, aupó un régimen corrupto, excluyente que conculcó toda forma de pluralidad y que produjo la muerte física de la más excelsa representación de la juventud dominicana, inmolada en las montañas en reclamo de la vuelta a la constitucionalidad.
Si se pudiera borrar de la historia el episodio bochornoso del golpe de Estado contra Bosch, los dominicanos no tendrían que recordar los desgarradores sucesos de la guerrilla de Manolo Tavárez ni de una conflagración cívico militar que costó la vida a más de tres mil dominicano, ni lamentarse por los muchos sacrificios que ha costado a más de una generación reconstruir el espacio democrático, todavía débil.
Es por eso que ningún buen dominicano debe olvidar lo que ha significado ese terrible desatino histórico, y para que nunca más se repita es necesario consolidar la democracia, promover equidad social, respetar y hacer respetar la Constitución de la República y las leyes adjetivas.
Quienes de manera consciente y con el solo propósito de imponer un tipo de dictadura similar a la que prohijó Trujillo, promovieron y ejecutaron el golpe cívico militar contra el Gobierno democrático del profesor Juan Bosch, hoy están en el zafacón de la historia, aunque el daño que causaron ha sido irreparable.
Santo Domingo, R.D., martes, 25 de septiembre de 2012.
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