sábado, 13 de octubre de 2012

Cuestión de credibilidad




Pedro P. Yermenos Forastieri 

Hace ocho años que a la sociedad dominicana se le ha pretendido adormecer con la propaganda engañosa de que su economía era algo así como un cohete en ascenso que nada podía detener. Pese a que eso no se reflejaba en las variables que avalan el desarrollo de una nación, casi se logra el propósito de convencernos de que estábamos resguardados ante cualquier imprevisto. 

Sin que el reiterado crecimiento económico descendiera, es decir, manejando las autoridades cantidades exorbitantes de dinero, ahora se nos dice que tenemos un déficit de casi 200,000 millones de pesos. No existe forma de justificar, con argumentos racionales, una barbaridad como esa. De haberse aplicado una fórmula tan sencilla como gastar en la medida de los ingresos, esta calamidad no se hubiese presentado. 

En ese contexto de intento por negar lo evidente y sin ningún esfuerzo por establecer un sistema de consecuencias a los causantes de tanta irresponsabilidad, se le formula al país una nueva propuesta de reforma fiscal, con el antecedente que tienen medidas similares, ninguna de las cuales ha resuelto el problema de fondo, sino que apenas alivian la carga, hasta que adviene el siguiente desastre. 

El tremendo desequilibrio de la economía dominicana no queda explicado, de ninguna manera, por la crisis internacional. Los gastos que se han adicionado por las inversiones realizadas eran previsibles dentro de una elemental planificación de actividades. No es posible construir obras sin saber cómo van a sufragarse las partidas del mantenimiento de lo edificado. Todo, sin mencionar la pésima calidad del gasto, por lo cual ocupamos uno de los primeros lugares entre los países que más despilfarran sus recursos. 

Así las cosas, el obstáculo fundamental que tiene el gobierno para aplicarnos una medicina tan dolorosa como la que propone es la falta de credibilidad ante un conglomerado hastiado de que tantas veces se le introduce las manos en los bolsillos y no se concretizan las expectativas a partir de las cuales eso se hace. ¿Cuáles garantías tenemos de que los nuevos ingresos que proporcionaría la reforma no van a tener el mismo e irritante destino de siempre? 

Es cierto que se ha intentado ganar autoridad moral con algunas medidas, pero es obvio que han sido insuficientes y subsisten los grandes males de un sistema agotado por inequitativo, corrupto y nada transparente y, sobre todo, nueva vez nadie va a responder por innegables violaciones a la legislación dominicana. Impunidad. 

Santo Domingo, R.D., sábado, 13 de octubre de 2012. 

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