ROSARIO ESPINAL
Habló como presidente-economista en la Asamblea General
de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) la semana pasada, y qué bueno.
El discurso de Danilo Medina se centró en argumentar que
medir el desarrollo económico de un país por la renta nacional per cápita es
inadecuado, porque se puede aumentar y muchos seguir siendo pobres como sucede
en República Dominicana. Además, cuando un país alcanza el nivel de renta medio
se estropea el desarrollo porque se pierde acceso a la cooperación
internacional y encarecen los préstamos.
Medina tiene razón en la crítica a la medición simplista
del desarrollo, y también en otros dos argumentos de su discurso. Que el
crecimiento económico no es suficiente para reducir las desigualdades sociales
y mejorar la calidad de vida de la gente, y que el énfasis en el ingreso ha
llevado a políticas de transferencias que simplemente aumentan los ingresos del
hogar por encima de la línea de pobreza, perdiéndose la oportunidad de impulsar
políticas públicas de carácter universal concebidas como derechos de los
excluidos.
Vista aérea de Santo Domingo, capital de Republica Dominicana.
Un grave problema que enfrenta actualmente la República
Dominicana es que ha registrado crecimiento económico por muchos años,
elevándose así el ingreso nacional per cápita, pero la riqueza se ha
redistribuido muy mal como han demostrado los informes de Desarrollo Humano.
Esto quiere decir que el bizcocho dominicano creció, pero la mayoría de la
gente no participó en la distribución del crecimiento. Por eso hay tantos
pobres a pesar de que el Banco Central reporta casi todos los años crecimiento
del Producto Interno Bruto (PIB).
¿A quién culpar de esta situación?
Podría culparse al sistema capitalista, siempre
explotador, pero resulta que hay países capitalistas incluso en América Latina
que no tienen proporcionalmente tantos pobres como República Dominicana. Podría
responsabilizarse a los organismos financieros internacionales, pero esa
acusación no va a prosperar porque dirán que su función es monitorear el
desenvolvimiento económico para prestar con garantías de repago.
Podría culparse a los empresarios, siempre voraces en
acaparar riqueza, sobre todo en países de baja institucionalidad como República
Dominicana. Pero los empresarios son conocidos por no aportar a la igualdad, a
menos que sean obligados por el Estado a pagar más impuestos y mayores salarios
mínimos. Podría culparse a los mismos pobres como hacen los conservadores en
los países capitalistas desarrollados, pero cuando son tantos es difícil
culpabilizarlos de su pobreza.
Queda entonces el Estado que es la entidad con capacidad
y poder de representar a toda la sociedad, dentro y fuera del país.
La acumulación de riqueza en República Dominicana ha
dependido siempre de cuántos y quiénes acceden a los recursos del Estado. El
bizcocho dominicano ha crecido, cierto, pero todavía unos pocos siguen
comiéndose la mayor parte, y los políticos y allegados siempre sacan su gran
pedazo aparte. De ahí que República Dominicana sea líder mundial en
malversación de recursos públicos, el gobierno otorgue contratos grado a grado
para enriquecer financistas políticos, y muchos altos funcionarios se pensionen
con grandes cantidades y hasta siguen trabajando en el Estado. Si Danilo Medina
desea cambiar el trayecto histórico de saqueo al Estado, tiene que buscar una computadora
de pantalla gigante, ver el dinero que hay para presupuestar con o sin
préstamos. No poner impuestos que afectena los pobres ni a la clase media.
Destinar recursos a los servicios públicos universales que desarrollan
capacidades humanas y promueven mayor igualdad como educación y salud. Y
además, y esto es fundamental, cerrar la llave de la corrupción pública y el
clientelismo político. Si no, sus discursos quedarán en mucho dicho y pocos
hechos.
Santo Domingo, R.D., miércoles, 03 de octubre de 2012.
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