Félix M. Escaño Polanco
Conocida a través de su descripción en los “papiros Ebers” en el antiguo Egipto, la diabetes es una enfermedad donde existe un “desequilibrio” metabólico en la fábrica y acción de la hormona insulina por las células beta del páncreas.
Por su estilo de accionar en el cuerpo, donde los niveles elevados de azúcar en la sangre “no duelen”, las complicaciones en los riñones, la vista, los nervios, el corazón, la circulación generalizada y las amputaciones, sí dejan secuelas orgánicas dolorosas.
En el sistema de salud, el paciente diabético es discriminado, porque no cuenta con instalaciones adecuadas y personal capacitado para brindarle servicios de calidad, muchas veces con déficit de insulina o de los equipos simples que miden el nivel de azúcar en la sangre en segundos en sus instalaciones, tampoco el sistema garantiza el suministro de los medicamentos que necesita diariamente y de por vida para mantenerse con una calidad de vida adecuada, y ni hablar del apoyo a través “educadores en diabetes” regionalizados.
Los diabéticos son discriminados por las administradoras de seguros de salud, donde el diabético para adquirir una póliza que le brinde cobertura adecuada, debe pagar una mayor cantidad de dinero por las mismas y si se detecta la enfermedad antes de adquirir la póliza, el mismo es rechazado para ingresar, amén de que el respaldo financiero para adquirir sus medicamentos que necesita solo le cubre –si acaso- el costo de un mes.
La sociedad, ve erróneamente a los diabéticos como un ser “mutilado y con futuro incierto”.
Muchos médicos, por déficit de conocimiento y actualización académica, no saben orientar al enfermo diabético y su familia.
El diabético es discriminado por el personal de enfermería que lo considera, erróneamente, como una verdadera “vaina de salud”.
En cuanto a los familiares del paciente, la diabetes una enfermedad que requiere del equilibrio psicoemocional en el hogar, lo que recibe en el lenguaje familiar es el “no”: no puedes comer arroz, no puedes comer pastas, no puede comer esa fruta…
Pero la peor discriminación, es la que hace de su enfermedad el propio paciente diabético, que se “burla” de ella, no lleva dieta y mantiene su gordura, cambia las medicinas indicadas por “moringa” y otros brebajes, no realiza ejercicios, toma alcohol, sigue fumando, no escucha consejos del profesional, se clava una piedrecita en el pie y decide utilizar “hojas y unturas” antes de ir al médico con el “pie negro” listo para amputación.
Se impone pues, un esfuerzo en conjunto y permanente para elevar el nivel de educación sobre la enfermedad, el sistema de salud debe garantizar “unidades de atención al diabético” en cada hospital al que tengan acceso los dominicanos de bajos recursos –contamos con 120 endocrinólogos activos y más de 60 diabetólogos- para que no haya otro fallecimiento como el de Antonio Jiménez Robles, de Haina, con apenas 30 años, diabético e infectado y “rechazado” en 5 hospitales públicos del país por “discriminación de la diabetes”.
Santo Domingo, R.D., jueves, 11 de octubre de 2012.
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