LUIS SCHEKER ORTIZ
Hurgando entre viejos papeles encontré sin buscarlo un
trabajo elaborado por técnicos de la
ONAP (Ministerio de la Función Pública). En él se reconoce la importancia de la
Administración Pública y de la buena
administración, “como factor preponderante, sine qua non, del desarrollo
económico y social” de la nación. También el fracaso y frustración de los
esfuerzos de reformas administrativas “por la falta de una decidida, firme,
sostenida voluntad política, causa
eficiente de esos fracasos.” El informe contiene oportunas recomendaciones
y la crudeza de toda verdad que duele.
Dice así:
“Podría afirmarse sin equívocos que la administración
Pública dominicana es de las más desordenadas e ineficientes de América
Hispana, aun cuando desde mediados de la década de los años 60 instituye
avanzados órganos técnicos para procurar convertirla en un efectivo instrumento
del desarrollo nacional, lo cual no ha
podido lograrse por la entronización del clientelismo partidista en todos sus
estratos y condicionantes de otros factores políticos vigentes…” Nada de lo
dicho sorprende, como no ha de
sorprendernos las deficiencias y
males denunciados que, lejos de superarse, se agravan.
15 años más tarde,
quizás más, Vargas Llosa (La Civilización del Espectáculo) toca el tema y hace
una radiografía que encaja a perfección:
“Para que una burocracia funcione a cabalidad es indispensable una burocracia
capaz y honesta… hasta una época
relativamente reciente, servir al Estado era un trabajo codiciado porque
merecía respeto, honorabilidad y la conciencia de estar contribuyendo al
progreso de la nación. Esos funcionarios, por lo general, recibían salarios
dignos y cierta seguridad en lo concerniente a su futuro... En nuestros días, eso ha desaparecido casi por
completo. El funcionario está tan desprestigiado como el político profesional y la opinión pública suele ver en
él no una pieza clave del progreso sino una rémora y parásito del Presupuesto.”
Más adelante hace una concesión, extraña en él: “No hay democracia en nuestros
días en que las nuevas generaciones aspiren
a servir al Estado con el entusiasmo con que hasta hace pocos años los
jóvenes idealistas del Tercer Mundo se entregaban a la acción revolucionaria.”
430 años a C.,
Pericles, en su Oración
Fúnebre para honrar a los héroes del Peloponeso, da con la clave:
“Nuestro gobierno se llama una
democracia porque su administración está en manos no de pocos, sino de muchos.
No obstante aunque todos los hombres son iguales ante la ley, la comunidad los
aprecia de acuerdo con sus meritos.”
Santo Domingo, R.D., miercoles, 03 de octubre de 2012.
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