viernes, 26 de octubre de 2012

La gran controversia


 
Chiqui Vicioso 

En mi artículo de la semana pasada, el cual desafortunadamente salió sin conclusión, planteaba que existe una posibilidad de crear un programa de Madres Sustitutas en la frontera, particularmente en Montecristi, Mao y campos aledaños, para la niñez que deambula en las calles, sobretodo a partir del terremoto en Haití.

Una maestra dominicana acogió en su casita a cinco de esos niños y lo único que necesitaba para completar la comida, eran  cuatro mil pesos mensuales, o sea cien dolares al mes.  Si el Unicef hubiese asumido ese proyecto hubiera, a muy bajo costo, digamos con un millón de dólares, auspiciado hogares con madres sustitutas para por lo menos cien mil niños y niñas, rescatándoles del tráfico y trata y de la explotación sexual y comercial en la zona fronteriza.

En vez de emplearse en soluciones inmediatas, de probada efectividad y bajísimo costo, la mayoría de los organismos internacionales y ONG se embarcaron en acciones que no resolvían las necesidades urgentes de la población; una ONG dominicana inclusive se embarcó en un proyecto para dar asistencia psicológica anti desastre a las víctimas, aunque no tenía la más mínima idea de con qué se comía eso.  Era una carrera para conseguir los fondos que el mundo, en ese momento, dedicaba a Haití.

¿Qué se puede deducir de los tres ejemplos que he citado?  ¿El del UNFPA con su incapacidad para proveer pequeños fondos de emergencia para el cólera y el dengue en la frontera? ¿El del PNUD con el intento de gerenciar los fondos que le Unión Europea ya le había asignado a la Federación de Campesinos hacia el Progreso, de Bonao, para imponer la contratación de  asesores técnicos a un proyecto de probada efectividad local?  ¿Y el del Unicef?

Que existe una gran controversia sobre el alcance de las funciones de los organismos internacionales en el país, sobre su manejo no sólo de los fondos para los proyectos sino también sobre la llamada asesoría técnica.  Recuérdese el caso del asesor costarricense del Ministerio de Educación que cobrara veinte mil dólares al mes, tenía dos carros con chofer a su disposición y se permitía maltratar al personal dominicano cuando le viniese en ganas.  Ese tipo de comportamiento,  lo que denota es que los y las dominicanas no tenemos el carácter ni la dignidad para imponer nuestras reglas de juego y meter en cintura a los y las llamados representantes de organismos internacionales.

Si, para colmo, el Estado dominicano nombra al frente de los organismos reguladores del Estado, a personas sin capacidad técnica, política ni profesional, sencillamente porque fueron parte de uno de los movimientos que apoyó al presidente en la pasada campaña, entonces el país se embromó.

Santo Domingo, R.D., viernes, 26 de octubre de 2012.

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