JULIO CURY
Me recordé de Carlos Salinas de Gortari cuando escuché al
Ministro de Economía revelar que el déficit fiscal ascendía a 187 mil millones
de pesos, equivalentes al 8% del PIB. Poco después de que Ernesto Zedillo
asumiese el mando, sobrevino la peor crisis económica de México, conocida como
el “Efecto Tequila”, cuyo origen no fue otro que el elevadísimo gasto social y
de infraestructura durante la gestión de su predecesor, que generó un saldo
negativo de las cuentas públicas de nada menos que del 7% del PIB.
Pues, ¿adivinen
qué? Leonel Fernández, a quien su esposa no hace mucho definió como “el mejor
presidente que ha pasado por este país”, remedó el horror financiero de
Salinas, cuyo descrédito lo forzó a abandonar su país y refugiarse en las urbes
civilizadas de Europa. Sin embargo, por ahí anda de lo más quitado de bulla el
señor Fernández, valorado el año pasado por la Gallup como el peor mandatario
de Centroamérica y el Caribe, mientras al pueblo se le endosa ahora la injusta
obligación de cubrir el hoyo fiscal que él abrió.
¡Leonel el grande!
Pero, ¿me estaré volviendo loco para acomodarle el adjetivo que en su época y
todavía se le añade a Pedro I? Lo que sucede es que los justificativos no son
ni parecidos. El recio zar moscovita lo fue por transformar a Rusia en una
potencia mundial, en tanto que el intelectual de Villa Juana lo es por degradar
las instituciones del Estado, por promover el mayor latrocinio del que jamás
hayamos sido víctimas, por aumentar como ningún otro la carga impositiva, por hacer
del erario un instrumento de regodeo de su megalomanía, por violar impunemente
la Constitución asumiendo compromisos de pago con cargo a ingresos no
presupuestados, por endeudarnos hasta las cejas, en fin, por hacer del nuestro
un pobre país digno de mejor suerte y de gobernantes más honestos.
Santo Domingo, R.D., miércoles, 10 de octubre de 2012.
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